Adorábamos a la Roja y se nos transmutó en la "Rioja". Nada más dejar el balón 4 veces dentro del arco del fracaso de Italia, los héroes agarraron la maceta de whisky con hielo. A uno, sobre el escenario, cetrino, delgado, con marcadas arrugas desde los pómulos hasta la barbilla, al estilo de los bandoleros de Sierra Morena, no le salían las palabras e iba con la mirada extraviada. Otro, Sergio Ramos, con la susodicha maceta, no dejaba de repetirle a Reina que vivan sus h- y que le iba a comer los h- Edificante, todo un ejemplo a seguir por los millones de niños y jóvenes hipnotizados por la hazaña de la Roja. Por la Historia conocemos la delgada línea que existe entre la gloria y el ridículo, en ocasiones es una sola letra, en este caso una "i" que se te cuela y donde decía Roja ahora dice "R(i)oja", símbolo de alcohol, legal por supuesto, pero digno de mejor ocasión y auditorio. Si a ello añadimos el show repetido y repetitivo de Reina, que ya tiene por derecho propio el título de gracioso oficial del vestuario, pues magnífico, a por la cuarta. Lo de Reina, de todos modos, es lo más perdonable y digerible, al fin y al cabo lleva alegría y optimismo a donde otros ponen tupé separatista, y cuentan que supo armonizar a culés y merengues antes del campeonato: olé si fue así. Iniesta, tan buena persona y tan excelente jugador, no sale del guión de portador oficial de la felicidad, buen marketing en el que seguro le han dicho que insista. Pero bueno, ¿qué narices estoy escribiendo? ¿Qué esperábamos, una recepción de Premios Nobel? No era eso. Viva la Rioja.

* Profesor