Días antes de iniciarse las vacaciones de agosto, tal vez para difuminar las críticas, el Ayuntamiento ha comunicado a la opinión pública, de forma confusa, que una comisión de expertos había determinado que las naves de Cajasur, situadas en el alfoz industrial de la ciudad, son las más idóneas para construir el Centro de Congresos, hasta ayer Palacio del Sur y, si cuaja la mala idea, probable Castillo de Irás y no Volverás.

Como desconocemos las preguntas sometidas a la consideración de los expertos, ignoramos si han podido estudiar opciones diferentes a la oficial, o estaban teledirigidos para decir amén al misterioso anteproyecto que, de existir, cosa que ya dudamos, habría contratado Cajasur --quién si no, cuando el Ayuntamiento ha negado su participación en el encargo--.

En todo caso, el anunciado dictamen, del que tampoco sabemos si se ha producido definitivamente, nos parece una nueva cortina de humo que, reiterando el carácter inviable para las arcas municipales, del Palacio del Sur, oculta que el meollo de la cuestión es saber por qué al abandonar dicho proyecto se arrumba, igualmente, el emplazamiento del mismo y se apuesta por un edificio privado, con pésimas comunicaciones, medio inservible, que habrá de rehacerse de nueva planta y que pretenden endosarnos a los cordobeses, constituyendo, al efecto, una sociedad mercantil en la que dicho inmueble sería una aportación millonaria, traducida en acciones, que se contabilizarán en los resultados de la entidad propietaria.

A todo esto, estimamos imprescindible añadir que, dentro del perímetro urbano de la ciudad, sin alejarse a extramuros, existen numerosos solares, empezando por el de Miraflores, de titularidad pública que, en consecuencia, no cuestan un céntimo, útiles para edificar en ellos un Centro de Congresos de coste asequible. A la vista de la situación, no podemos dejar de manifestar que se nos antoja inaudito, y casi al filo de lo ilícito, que el Ayuntamiento, en plena crisis, anteponga al interés general el de un particular que, para colmo, cederá el Parque Joyero a cambio de millones de euros en participaciones societarias.

Así de claro. Así de triste. Con esa sensación dejamos el tema, por el momento, convencidos de que, para más inri, nos están encapsulando en un embrollo pues la Junta, que siempre fue más cicatera con nuestra ciudad que con los edificios congresuales de Granada, Málaga o la misma Sevilla, exige, para subvencionar el disparate que están fraguando, un amplio consenso que, por fortuna, no existe, aunque muchos que critican en privado la pésima alternativa elegida, no se atreven a manifestarlo en público, porque seguimos habitando en la barojiana Feria de los Discretos, cada día más degradada a verbena.

Exigencia, repetimos, lógica, porque si dicho consenso lo tuvo el fallido Palacio de Miraflores, igual debe suceder con la mudanza del emplazamiento, máxime cuando no hay que ser muy listo para olfatear las inquietantes oscuridades que envuelven el asunto.

* Abogado y excritor