Las sensaciones entre el cordobesismo a una hora de empezar el partido no eran buenas. Ayer, en la previa, la mayoría optó por el cafelito en el bar más cercano a El Arcángel. No era un día para grandes epopeyas, para recibir al equipo a pie de campo y subir a la grada 45 minutos antes del inicio. La grada del coliseo ribereño se llenó poco a poco porque varios miles de aficionados aún estaban de tertulia. Como se arreglan las cosas en España, en la barra de un bar y con la sapiencia de cada parroquiano, la mayoría ataviados con camisetas, bufandas o banderas del Córdoba.

En esos pequeños corros lo que más se repetía era que «hay que mejorar en defensa». La abultada derrota en Albacete, posterior a los cuatro goles encajados en la jornada anterior frente al Oviedo, hacía reflexionar a los cordobesistas. Con un «ofú, ya veremos», respondía uno de ellos a su amigo, que le pedía una predicción del resultado. Una vez que la mayoría ya estaba dentro de El Arcángel, la megafonía se encargaba de recordar tiempos mejores. Canciones setenteras y ochenteras para animar los prolegómenos del encuentro, mientras los jugadores calentaban en el césped. A pesar de ser domingo y de que el choque comenzaba ya casi de noche, muchos niños pusieron la nota de color desde sus asientos. La ilusión es más difícil de romper para estos pequeños, que con cada pase bueno de un jugador de su equipo rompen a animar. Eran un eco de lo que cantaban las dos gradas de animación, que no cesaron en ningún instante de arropar a su equipo. El tifo desplegado cuando los 22 protagonistas salían al césped era claro: «Nuestro aliento, tu fortaleza».

Y efectivamente, por primera vez en la temporada, la defensa del Córdoba sí fue una fortaleza. Ningún gol encajado, un dato positivo sobre el que construir, pero de momento solo cimientos, sin muros, ventanas ni puertas. Al descanso la sensación era positiva entre la mayor parte de los aficionados. La tertulia se trasladaba de la barra al asiento de plástico, dejaba el café para dar paso al bocata, tan contundente como el paladar y la dieta lo permitieron. El fútbol todavía tiene sesgos románticos entre tanta modernización y mercantilización. Un grupo de amigos que se conocieron de ir juntos al estadio, de coincidir en la misma fila, y que ya son inseparables cada domingo. Comentan aspectos deportivos pero también instantes familiares, noticias positivas y otras no tanto. «¿Cómo le va a tu hija?», preguntaba un aficionado al de su fila superior. «Bien, bien». La respuesta. Similar a la que muchos pronunciaban a tenor de lo visto en el primer acto. Convertir ese bien en notable era lo necesario para que los tres puntos se hubiesen quedado en casa, pero no pudo ser.

La segunda mitad fue el momento de comerse las uñas, de las manos a la cabeza por las ocasiones falladas y los gritos a medio pronunciar por los remates del rival que no acababan de besar la red de la meta defendida por Carlos Abad. «¿Cómo ha podido fallar eso?». Era una pregunta de otro hincha, que asistía entre confuso y enfadado al fallido remate de Andrés Martín a centro de Fernández, la ocasión que podría haber decantado el partido del lado del Córdoba, pese a que el Alcorcón fue dominador en el segundo periodo.

La impaciencia, que flota en el ambiente de El Arcángel desde el primer partido, terminó por convertirse en nubarrones de mal agüero. El ánimo decaía y los primeros pitos salían a la luz. La desazón se repartía a partes iguales, se pitaba cuando el rival cogía la pelota y cuando los jugadores del Córdoba fallaban el pase. Sanseacabó. Final y reparto de puntos. Un punto más, una jornada menos, y caras largas al acabar el partido.