Hace años, muchos años, aunque suficientes aún para recordarlo --por desgracia--, me llevaron a un pabellón deportivo con miles de personas en donde, en teoría, nos iban a dar a todos no sólo la fórmula de la felicidad económica, también la vital, "para cualquier aspecto en el que te desenvuelvas", me comentaron. Una vez acoplado y con mis 'llevadores' contándome todas las alabanzas de esa supuesta respuesta a aquéllo del 'de dónde venimos y a dónde vamos', vi a miles de personas con un optimismo que no sólo no contagiaba, sino que preocupaba porque, pensé, igual a mis 'llevadores' se les olvidó darme algo que ellos sí habían tomado. Pero no. Saltó una estrella, como tal la recibieron, y para justificar un argumento tiró de la anécdota del elefante. Pones a media docena de personas, a la primera le cuentas al oído que has lavado un elefante y debe, por gestos, explicárselo a la segunda y así sucesivamente.

Ese optimismo es el que se ha palpado en El Arcángel y durante una parte del verano alrededor del Córdoba. También ayer a las 17.00 horas. Como si todos, uno a uno, se pasaran a la oreja el mensaje de "regreso a Primera" o el de "con plantilla corta se trabaja mejor" o aquel otro de "en defensa estamos cubiertos perfectamente". "Pásalo".

Avisos hubo ante el Valladolid y voces en Butarque, pero lo de ayer en El Arcángel fue un grito en toda regla, el alarido de impotencia de un equipo que, al menos por ahora, no está. Y que genera muchas dudas de si estará en un futuro. Los apuntes sobre el aspecto físico que se hicieron en el debut liguero empiezan a tomar cuerpo de libro, sobre todo en los miembros más veteranos de esta plantilla. La defensa, ayer, no estuvo. Con dos laterales mermados físicamente y dos centrales que, simplemente, son de la categoría, si no existe un trabajo ímprobo en el centro del campo... Ruina. Por su parte, ese mediocampo no termina de despegar por las alas. López Silva sigue sin arrancar después de dos años guardado en el garaje y Nando quiere lo suyo, es decir, destacar. Y nada más. Por dentro, Markovic va confirmando que es tan buen jugador como mediano tácticamente. Se pierde el serbio más de la cuenta y Luso, ya se sabe, no es tampoco una maravilla en ese aspecto, por lo que arriba, el que esté, se convierte en una isla por mucho que Xisco intente jugar más en el mediocampo que en la zona en la que le corresponde. Finalmente está lo global, el equipo, a qué se quiere jugar y cómo. Pero ahí también parece que el técnico anda diciéndole solo a uno al oído lo que pretende y éste va pasándoselo al otro y así sucesivamente.

Por lo tanto, en cuanto el Córdoba se pone delante de un equipo que simplemente sabe a qué quiere jugar, dónde está su punto débil, en qué zona el del rival, y tiene sus armas, quizás modestas pero suficientes ante un rival anodino, obviamente logra hacer daño. El Alcorcón se movió al ritmo que marcó Campaña y éste consiguió mantener el balón incluso cuando el marcador reflejaba ese 0-1 tempranero por una fatalidad de Cisma. No se veía al Córdoba capaz de nada. Ni de defender con consistencia y, mucho menos, de llegar al área rival con criterio. Es más, repetía anteriores errores: incapacidad para un pase de transición al menos, insistencia en el balón largo desde la defensa para que los delanteros se pelearan por él para encontrar la suerte de un rechace favorable y, finalmente, esa endeblez sistémica en todo el bloque.

Empató el Córdoba a la remanguillé, tras fuera de juego y falta. Todo en uno. Pero el árbitro lo dio por válido, quizás porque vio a Deivid llegar desde la defensa hasta la línea de fondo rival para centrar, y algo así, por inaudito, merecía premio. A pesar de ese empate, el Córdoba continuaba igual, desconexionado, con los laterales pinchados como los banderines y los mediocentros perdidos. Pero había que aplicar optimismo, ya se sabe, a fin de cuentas es mejor estar en 20-21 jugadores para que no sobre ninguno y se enfade... Y también para que no haya para rotar, se haga lo que se haga sobre el verde.

El Alcorcón siguió a lo suyo y tanto Máyor (le hizo un siete a Deivid) como Campaña pusieron un nudo en la garganta. Luego, cerca del descanso, de nuevo David Rodríguez y Máyor la liaban en la zona izquierda de la defensa blanquiverde para toparse con Falcón.

Sin reacción, el segundo tiempo comenzó igual, con el Alcorcón teniendo muy claro cómo, con quién y por dónde hacer daño al Córdoba. Probó primero Campaña, de nuevo, y tras un jugadón visitante llegó el penalti de Deivid, más que discutible. El otro David, Rodríguez, el que sonó este verano como blanquiverde, anotó sin problemas y, a partir de ahí, el Alcorcón se dedicó a nadar y guardar la ropa, sabedor de que si en más de una hora el conjunto local no le había hecho ni cosquillas, no lo iba a lograr al atrincherarse.

El tercer gol, de Máyor, confirmó la lentitud de un equipo en general y de una defensa en particular. A pesar de ello, quedaban los irreductibles en el optimismo, como aquellos miles en aquel pabellón deportivo, esperando el resultado de la 'prueba' de la estrella.

"Has ido al fútbol y has celebrado un gol o la victoria de tu equipo", dijo, entre las risotadas de los miles de asistentes, que celebraban la gran diferencia entre el mensaje y el resultado. Y la estrella explicó lo obvio: que el mejor trabajo es el que se hace en equipo, con mensaje claro, directo y, sobre todo sincero, para que todos lo entiendan y sobre todo para que no haya lugar a la decepción. En El Arcángel, ayer, se entró con un optimismo sin argumentos y se salió tirando de un elefante.