Hace unos años, el psiquiatra Luis Rojas Marcos puso en boga el término resiliencia, una combinación de resistencia y flexibilidad, para definir en una palabra la capacidad de sobreponerse a las situaciones adversas, al dolor emocional. En una conferencia, contó una anécdota en la que un epidemiólogo preguntaba en un pueblo a una persona la tasa de mortalidad de la localidad. Tras quedarse un segundo petrificada, la lugareña contestó: "Un muerto por persona". Una verdad incuestionable, como las hay también en el fútbol sobre plantillas, cantidad, calidad o necesidades. Los epidemiólogos estiman que en nuestra vida tocamos a algo más de dos situaciones adversas de alto nivel por persona y vida, dos momentos más o menos largos, en los que hemos de ser resilientes. El Córdoba, en lo que llevamos de temporada aún no ha tenido que enfrentarse a ninguna. Sea por el nivel de la categoría, por tener la mejor pareja goleadora de Segunda, por la convicción defensiva en la que ha metido Oltra a su grupo o porque en algún momento importante de los vividos hasta ahora la moneda ha salido cara, el Córdoba ha logrado mantener un nivel de puntuación muy alto con un equipo de 13-14 jugadores y con la defensa más corta de la Liga. El mérito numérico está ahí y es incuestionable.

Con el viento soplando casi siempre a favor, con las velas hinchadas y el corazón caliente, llegó el Córdoba a Valladolid, en donde le esperaba un equipo que aspiraba al menos a lo mismo que los blanquiverdes al inicio de la competición y que se planteaba el duelo como un "test importantísimo‡" para saber si podía aspirar al mismo objetivo que el rival, Portugal dixit. Y por lo visto sobre el helado césped del Zorrilla, lo cierto es que este Valladolid debe aspirar, como mínimo, a lo mismo que el Córdoba, porque desde el minuto 1 pasó por encima de un Córdoba descolocado primero y sin reacción después, para terminar por momentos dando atisbos de bajar los brazos, incluso.

Es difícil apelar a la resiliencia en este equipo, por falta de costumbre, cuando en el minuto 3 ya va con el marcador en contra, el rival ha entrado enchufado al encuentro y ha logrado desde el principio borrar sus virtudes y ampliar las propias exponencialmente. Portugal estudió bien al Córdoba. Le cortó toda posibilidad de contragolpe y, como ejemplo, baste decir que el primer balón algo comprometido que perdió fue en el minuto 25 (Leao ante Fidel y Xisco). Siete minutos después del primer gol llegó el segundo, tras abrirse la barrera formada por Fidel y Nando en una falta lateral de Mojica que logró despejar Razak, pero que Marcelo Silva cazó al vuelo.

El Valladolid jugaba al primer toque en campo propio, combinando y triangulando con dinamismo para superar la presión de la primera línea blanquiverde. Una vez superada ésta y con el rival ya desequilibrado, lanzaba balones a las bandas, en donde Mojica y Juan Villar demostraron su superioridad técnica ante los laterales cordobesistas. Y cuando no era así, ahí estaba Álvaro Rubio, que recibía siempre en mediocampo, muy lejos de la presión de los delanteros de Oltra, lo que obligó a Víctor Pérez a ejercer de Luso, sin éxito. A sus 36 años, el blanquivioleta movió el duelo como quiso y muchas veces, en vez de mirar a las bandas, lo hacía por dentro, a Manu del Moral, que se convirtió en un suplicio entre líneas para el Córdoba. ¿No corrió el Córdoba? ¿No tuvo actitud? ¿No hubo acaso gestos de enfado ante la situación? El problema estaba, simplemente, en que el rival estaba siendo muy superior.

Pudo Rodri anotar el tercero (15'), pero se le marchó por arriba el disparo, mientras que los visitantes mostraban líneas separadísimas, a lo largo y a lo ancho. Xisco no tuvo opción a intentar dar vida a su equipo en ataque, como en tantos otros partidos, y las bandas apenas aparecían para intentar ayudar en defensa. Mientras, el Valladolid dominaba por completo el duelo y acumulaba ocasiones. Cisma se comía un centro desde la derecha y Villar no aprovechaba el regalo. Razak empezaba su recital en una salida ante Mojica (27') y en una intervención ante Manu Del Moral (28'). El Valladolid era un huracán y merodeaba la goleada de escándalo con ocasiones clarísimas a cargo de Juan Villar (30') o Del Moral (31'), que en una falta directa obligó de nuevo a lucirse a Razak. En el minuto 40, el Valladolid hacía su segunda falta; el Córdoba, acumulaba nueve ya. Ahí vinieron las dos amarillas a Cisma y Xisco, que no estarán la próxima semana, sumando así más leña al ficticio debate sobre la amplitud y calidad de la plantilla, que no del equipo titular. Movió el banco Oltra, pero sin ningún resultado. Las entradas de Caballero y de De Tomás no supusieron nada para los blanquiverdes, que ya sí, se veían impotentes cuando el ghanés se erigía en el mejor (o el único bueno) de la mañana de ayer. Salvó un mano a mano ante Juan Villar (59'), detenía un disparo de Rodri (64'), evitaba de nuevo el tercero a un nuevo lanzamiento del nueve blanquivioleta (69') y salvaba otro mano a mano, éste lejano, de Juan Villar (71'). Por cansancio permitió el Valladolid al Córdoba dos ocasiones en los últimos minutos, a cargo de Markovic y de Fidel, que no afeaban el partido de los locales y la obligación para los blanquiverdes, tras poner los pies sobre el frío suelo de Pucela, de irse a la reflexión sincera sobre todo lo que resta de Liga y se necesita en el plantel. Eso, o convertirse en un equipo resiliente.