En la vetusta ciudad de reminiscencias árabes, mientras se viste de carteles de papel de buen propósito mal pegado a las esquinas, entretanto se adornan las casas con el retablo bíblico pertinente y se iluminan las calles con un espíritu inalcanzable, revolotea el monótono y familiar zumbido de la campana que anuncia el evangelio según san Pablo. Los fieles acuden en masa para persignarse como es debido; el Credo manda: "Si el Córdoba pierde en Zaragoza, echan a Pablo". Ahí es nada. La oración soltada por un allegado suyo tras la derrota con los parvularios del Barcelona ha levantado de la banca a buena parte de sus feligreses. Salmos responsoriales en prensa y radio para clamar la locura del Vicario: "A dos puntos de la gloria que promociona" (repetid). En la puerta parroquial de El Arcángel enfilan los fieles pidiendo Misericordia, no es una novela realista galdosiana, es el cimbreo de la palabra evangélica según san Pablo. Está en entredicho.

Con fealdad risueña alguien pide benevolencia y exclama con la voz en quebranto: "Es una plantilla corta, ¿no hay en el obispado conciencia?". La decisión es firme: "Si no ganan en El Pilar, que se santigüen a la salida". Las voces siguen en la puerta. "Inanidad y aquiescencia", grita alguien en tono recriminatorio. Perdida la palabra en nuestra parroquia, el resultadismo bíblico de la buena nueva comienza a predicar en el desierto.

El vértigo de caer nuevamente en el infierno de la zona baja asoma en la misma medida que reconforta tener la opción de volver a entrar en la gloria. La muchedumbre mayoritaria, silenciosa, reparte culpas a la espera de indulgencias.

En éstas, entra el nuevo pastor deportivo, Cordero, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y tranquiliza las almas revueltas: "Hay que apoyar al párroco y darle más pan y vino para que consagre". No doblen campanas. Fin del quebranto, versículo 17, evangelio según san Pablo: "El Córdoba gana en La Romareda".