El griego Yorgos Lanthimos revolucionó y conmocionó ayer al Festival de Cannes con The Killing of a Sacred Deer, una historia provocadora, desafiante y aterradora, protagonizada por Nicole Kidman y Colin Farrell, y que cosechó grandes halagos y algunos abucheos. De «brillante», «magnífica» y «perturbadora» fue calificada una película que no dejó indiferente a nadie y que es un thriller con mucho terror psicológico, contado por Lanthimos con una precisión y limpieza quirúrgicas. «No tengo un concepto de sacrificio pero quería explorar este asunto», explicó Lanthimos en la rueda de prensa de una película en la que un cirujano (Farrell) es acosado por un joven de 16 años, Martin (un Barry Keoghan que se convierte en una pesadilla hasta para el espectador), cuyo padre murió en la mesa de operaciones del médico.

Una historia que en un principio pretendía ser sobre la justicia y la naturaleza humana y que fue derivando hacia un análisis de los comportamientos cuando se producen grandes dilemas. Es entonces cuando hay que hacer sacrificios, «es parte de la humanidad», explicó el director sobre un trabajo con el que compite por la Palma de Oro de Cannes. Con una música muy presente en la narración y que recuerda al cine de terror de los setenta, y una estética tan limpia como el ambiente en el que trabaja el protagonista, Lanthimos construye una película en la que la amenaza procede de una especie de magia vudú inexplicable. Aunque para el director su película, como todos sus trabajos anteriores, entre los que están La langosta o Canino, es «muy evidente» y muestra todos los elementos de una forma muy clara. «No es simbólica (...). Vemos claramente que hay ese sentimiento de culpabilidad, esa noción de injusticia, todo es evidente en la película, no está oculto. Mis filmes son muy directos», dijo.