Fiel a su cita cada 28 de diciembre, Fuente Carreteros volvió a engalanarse para mostrar a cientos de personas su fiesta más emblemática, que refleja una de las señas de identidad de la colonización de estas tierras allá por 1767. "Para un carretereño significa algo muy especial participar en el baile y ver cómo perdura con el paso de los años". Así lo expresa Alfonso, que lleva más de dos décadas en la locada. Poco después del mediodía los locos saltan a escena, estrenando vestimentas, e interpretan cuatro danzas bajo las órdenes del Capitán de Espadas. La primera delante de la iglesia, dedicada a la patrona, la Virgen de Guadalupe, y el resto en la plaza homenajeando al público y a las mujeres, en especial a las que han vestido a los locos, y al loco más antiguo, José Díaz Rossi, que está hospitalizado. Este año se han echado de menos los trabucazos por la imposibilidad de encontrar la pólvora negra, "algo que está perjudicando también a otras fiesta similares", según el alcalde, José Manuel Pedrosa.

El Baile de los Locos es una danza muy singular y pintoresca, de carácter folklórico-religioso, que representa la matanza ordenada por el rey Herodes, que mandó asesinar a todos los recién nacidos el día que con el tiempo se proclamó como de los Santos Inocentes. Sin embargo, otras teorías lo asocian a la festividad centroeuropea de San Nicolás, donde el personaje recorre diferentes lugares acompañado de forma muy parecida a los locos de Fuente Carreteros. Tampoco se descarta que fuera un baile autóctono.

El baile se compone de tres piezas, denominadas marías, ejecutadas por seis locos y la loquilla. Los locos bailan tocando las castañuelas, realizando cruces y cambios característicos con los brazos muy altos, siguiendo el ritmo de otros instrumentos como guitarras, panderos, platillos y carrasqueñas. La loquilla, que encarna la inocencia de los niños, baila alrededor de la locada, que intenta protegerla con sus giros y movimientos.

Una vez concluyó la representación de los locos, irrumpió en la plaza un oso atado con una cuerda dirigida por un domador con el objetivo de asustar a los más pequeños. La superstición parece hallarse detrás de la conocida como Danza del Oso, pues por cada azote que recibe el hombre disfrazado de este animal se cree que se espantan los malos augurios, dando paso a un año fructífero.

La fiesta concluyó en la Casa Grande con la degustación de un potaje para todos los vecinos y visitantes.