El juicio al empresario cordobés Rafael Gómez y sus cuatro hijos por impago de impuestos quedó ayer visto para sentencia después de que el juez escuchara el alegato del exedil del Ayuntamiento de Córdoba en el que el acusado resumió ante el juez su vida laboral, desde que se casó con su mujer hasta que creó las empresas inmobiliarias. «Cuando me casé con mi mujer (Dolores), yo no tenía trabajo, pero había trabajado en Francia cinco años», empezó para continuar, entre lágrimas, su relato sobre cómo pagó las herramientas de su primer taller fundiendo 93 gramos de oro. De frente al juez, el empresario recordó cómo saltó al mundo inmobiliario después de comprar un terreno que fue recalificado donde construyó «500 viviendas libres» y cómo pedía dinero a los bancos para seguir construyendo más y más viviendas. «Yo no tengo estudios, soy analfabeto, es una realidad», explicó, para reiterar finalmente que en su empresa él no se encargaba de las cuentas porque no sabía y que para eso tenía «a los mejores, para que hagan lo que yo no sé hacer». «Siempre ha habido en mi empresa profesionales cualificados para hacer esas cosas porque nunca ha sido mi cometido ni el de mis hijos», reiteró, «hacían su trabajo y nunca les dijimos ni una palabra sobre lo que tenían que hacer porque sabíamos que estábamos en buenas manos». Para concluir sentenció: «Somos una familia honrada, trabajadora y sin ánimo de lucro».

Su intervención ante el juez tuvo lugar tras la presentación de conclusiones por parte de los abogados de las defensas, que repasaron las premisas planteadas el día anterior por el Ministerio Fiscal y la Abogacía del Estado.

En esta línea, recalcaron que el hecho de que la hija de Gómez sea licenciada en Derecho no significa que tuviera conocimientos especializados sobre materia fiscal y que el que constaran como miembros del Consejo de Administración de las empresas de Gómez no significa que fueran responsables de las cuentas presentadas a Hacienda puesto que «ni siquiera se celebraban consejos de administración». En relación con la denominada «prueba reina» por el fiscal, el testimonio del perito judicial, los abogados restaron credibilidad a su actuación por «no haber verificado los datos ni comprobado documentos», por hacer «una pericial en base a otra pericial previa» y consideraron que «si alguien ha tenido confianza ciega ha sido el fiscal en ese perito». También señalaron la «falta de imparcialidad» del resto de peritos presentados por la Fiscalía, al considerar que «mostraban animadversión contra Rafael Gómez», revelada en frases como «se creía Dios». Los tres abogados que ayer hablaron ante el juez aludieron además al «grave perjuicio» causado a la familia por la trascendencia mediática del caso que, en su opinión, habría causado un daño irreparable a la familia.

.53 millones en impuestos impagados

Tras negar insistentemente que existiera «ignorancia deliberada» por parte de los acusados, la defensa señaló que «la acusación se basa en un criterio populista» al plantear que de los juicios se derivan conclusiones sociales y que «conllevan un mensaje». Asimismo, aseveró que en el proceso «no se han juzgado los hechos sino una forma de vida, de llevar sus negocios de la familia Gómez». En reiteradas ocasiones, los abogados compararon la situación de Dolores, esposa de Gómez, que no ha sido acusada pese a ser miembro del Consejo de Administración y estar en régimen de gananciales con el empresario aludiendo al principio de igualdad y señalando que los hijos estaban en la misma situación que ella y, sin embargo, ellos sí han sido imputados.

La última persona en tomar la palabra antes de que el juicio quedara visto para sentencia, después de que uno de sus hijos diera las gracias a los abogados «porque estamos muy contentos de cómo nos han defendido», dijo, fue precisamente Dolores. «Mi marido tenía obsesión por dejar su sello personal, una obra para la posteridad, no es que se creyera Dios, yo pensaba en mi familia y en mi casa, pero él no, él se ha dado siempre a los demás», insistió, «hasta me reñía por darle poca propina al del Butano, y me decía que los demás también tenían que comer», explicó, poniendo así punto final al juicio.