«Ahora en Colombia me amenazan porque no me parezco a Pablo Escobar», así describe Juan Pablo Escobar alguna de las situaciones que vive desde que de niño decidió optar por el camino contrario al de su padre, de quien descubre «historias pendientes» en Pablo Escobar. Lo que mi padre nunca me contó. «Me acusan de cobarde porque no quiero repetir la historia de mi padre, como si fuera una historia digna. Él me mostró el camino que no hay que recorrer», reconoce en una entrevista con motivo de la publicación de la segunda parte sus memorias junto al narcotraficante más famoso del mundo. Una obra en la que está presente el dolor de las víctimas de su padre en Colombia, (donde vivió hasta 1993, fecha en la que cayó abatido Escobar en una operación del Ejército y su familia huyó a Argentina); y también la capacidad que tuvo su padre para «llegar a los más altos niveles de corrupción internacional».

«Y por supuesto estamos hablando de Estados Unidos», puntualiza este arquitecto de profesión, que reconoce haber perdonado al Escobar «padre», pero no al «ser humano», algo que le ha hecho vivir en una «doble realidad».

«Ellos (autoridades estadounidenses) ayudaron a construir el personaje que fue mi padre. Lo que he hecho es mostrar cuán sucia estaba la casa de los Estados Unidos en virtud de esta tremenda red de construcción de la que mi padre formaba parte, pero entiendo que esto generará mucha molestia y asumo la responsabilidad de contar las historias como realmente ocurrieron», afirma. Y la asume, aunque con un as bajo la manga, ya que su padre les dejó una carta con un contenido «para conservar».

«Si algún día hacen demasiadas preguntas, en ese sobre aparecerán todas las respuestas. No sé si estamos preparados para aceptar su contenido», confiesa. En Pablo Escobar. Lo que mi padre nunca me contó se dan a conocer «muchas historias pendientes» sobre esos vínculos que su padre tenía con la corrupción internacional. Pero Juan Pablo remarca el trabajo que ha hecho para darle voz «por primera vez» a los enemigos del que fue uno de los fundadores del cartel de Medellín. «No es solo un libro que relate historias de Pablo Escobar, sino que también nos habla de la parte humana de todos, como si fuéramos enemigos unidos a través de esa violencia; y de cómo el tiempo nos ha ayudado a superar ese dolor, como el caso de Ramón Isaza, el paramilitar que puso como cuota de guerra la vida de su hijo», relata.

El autor también saca a la luz las entrevistas que le realizó al hijo de Barry Seal, el narco estadounidense que se convirtió en informante de la DEA (Drug Enforcement Administration), o la realizada a William Rodríguez Abadía, hijo de Miguel Rodríguez Abadía, uno de los principales enemigos de su padre y quizá uno de los «determinadores» de su muerte. Pero Escobar se lamenta de no haber podido incluir la que le hizo a la familia del narcotraficante colombiano Carlos Enrique Lehder. «Hubiera sido uno de los capítulos más célebres, pero la familia no me autorizó a publicar la historia. Respeto y comprendo sus miedos», matiza. «Es muy duro acercarse a ellos porque puedes ver en sus ojos el dolor que llevan por dentro», afirma este colombiano también conocido como Sebastián Marroquino, nombre que asumió al llegar a Argentina, país donde reside junto a su madre, su hermana, su mujer y su hijo.

En esta segunda obra, Juan Pablo demuestra también que «asume» la «responsabilidad moral» por los crímenes de su padre. «Y no me cansaré hasta visitar a la última de sus víctimas y pedirle perdón por los actos de violencia que mi padre desplegó en su contra», concluye.