Cuando aún se sostiene en el aire el eco de las palabras del pregonero de la Semana Santa, Javier Rojano, los tambores se echan a la calle para celebrar San José en Baena. Miles de tambores surcan las calles y llenan la ciudad de sus sonidos y de gente paseando, recorriendo candelorios, ya que el buen tiempo se ha aliado con ellos.

En San José, el toque del tambor está unido a los candelorios. Estas hogueras se sitúan fundamentalmente en el casco antiguo y los encargados de organizarlas son los más pequeños, que días antes han estado recogiendo enseres de madera y ramas de olivo. La tradición marca que los tambores recorran los candelorios y con sus toques avisen a la gente dónde están situados. En este recorrido, las calles se convierten en un ir y venir de tambores, que no judíos. Esta es la gran fiesta del tambor, por lo que no se utiliza ningún tipo de uniforme, se va "de calle", y tampoco hay normas, ni protocolos ni horarios. Ni siquiera es necesario pertenecer a ninguna cuadrilla ni hermandad. Sólo tener un tambor y ganas de disfrutar. Por eso, son numerosos los turistas que año tras años de acercan a Baena en este día para participar en una jornada única, no apta para el descanso.

Desde mediodía, los tamborileros comenzaron a salir de casa con el tambor colgado de su tahalí, en un buen día para el reencuentro y para templar la caja de chillones de cara a la inminente Semana Santa. Conforme la jornada laboral iba terminando, se incrementó el número de tambores, que se adueñaron de Baena. Para reponer fuerzas, visitan los distintos cuarteles que abren sus puertas con el fin de ayudarse económicamente en sus proyectos, y las barras que los bares sacan a la calle.

Ya no resulta curioso, sino normal, que las familias toquen juntas y cada día más mujeres disfrutan de esta fiesta. La primera jornada en la que hay licencia para tocar hasta que el cuerpo aguante. Hoy, tras esa larga y sonora noche, la ciudad descansa en silencio.