No sé cómo empezar ni a quién elegir. El domingo paseaba con una chica que al ver por el televisor de un bar un partido de fútbol exclamó: ¿Ya ha empezado otra vez el Mundial? Me encanta esa gente que vive ajena a ciertos temas de actualidad. Creo que son más felices. O al menos se llevan menos disgustos. A ella nada le amargará una tarde de domingo, mientras que aquí estamos 15000 a los que sí. No ha podido venir porque trabaja, pero el día que lo haga la contracrónica no tendrá desperdicio.

- Bueno, me voy a ver el Mundial.

- Que gane el mejor, es decir, la Argentina de Maradona.

Me han dejado dos abonos. Sería otra bonita historia que contar. Abonado número 583 y número 2625. Podría ponerles nombre, pero ya veré si lo hago. Llevamos ocho meses con la coña de que a ver si nacen los mellizos un día de partido, y así me resuelven el artículo, pero se han adelantado.

Esa barriga no podía esperar más. Continúan en el hospital y me pregunto si los padres estarán siguiendo lo que pasa aquí o ya se han vuelto ajenos a esto.

- Acabo de salir de darle el biberón y no me había acordado.

- Supongo que te da igual, pero ha marcado el Sevilla.

- Una pena. Pero en breve tenemos otros menesteres.

A mi lado hay dos hombres mayores y el comentario de uno me ha gustado tanto que he sacado unos folios para apuntarlo. Estaban hablando del partido en Cádiz del miércoles, no sé qué tópicos, cuando oigo:

- Yo estuve sintiéndolo, que no estuve viéndolo.

Me pareció fantástico que dijera sentir en vez de escuchar.

Sacar el bolígrafo fue lo peor que pude hacer. Vi de reojo cómo le hacía un gesto con la mano a su compañero, haciendo como que escribía y guiñando hacia mí. Yo intenté disimular, le di la vuelta al folio, pero no coló.

- ¿Tú eres periodista?

Maldita sea. Dudé si delatarme.

- ¿Yo?

- Sí, como te veo apuntar.

- Ah, no, son cosas que se me ocurren.

Luego me sentí fatal por haberle mentido, pero ya era tarde para decir la verdad.

Volví a sacar el bolígrafo ante la pregunta de un niño.

- Papá, ¿por qué le llaman puta a Sevilla? ¿Qué ha hecho?

Me dieron ganas de darle un abrazo. De decirle: Ole, niño. Hay que estar muy aburrido en la vida para llamarle puta a una ciudad, sea vecina o esté a dos mil kilómetros.

Nunca me levanto antes, pero ayer sí. Cuando pitó el final ya estaba casi en el umbral de la puerta. No escuché nada, ni abucheos ni alegría. Fue traspasar la puerta y sentir que ya era ajeno a todo lo que pasaba ahí atrás, igual que esos padres o que la chica.

Pero en el camino de vuelta me dio por pensar. Pensé en la frase que dos horas antes me había dicho mi amiga. Y caí en la cuenta de que en parte llevaba razón.

¿No fue Maradona sevillista?