Lorenzo, de 55 años, padre de familia y en situación de desempleo, regentaba hace años un negocio con una buena caja. "Empecé con juegos de todo tipo, loterías, máquinas, cupones, todo menos bingo, y la cosa se fue complicando". No se dio cuenta del problema porque "me creía el rey del mambo, pero llegó un momento en que me afectaba a la economía y la convivencia". Y es que "delante de una máquina me sentía a gusto hasta que un conocido me convenció y me trajo a Acoger. Aquí me dieron una serie de normas que me costó aceptar al principio". De eso hace ya 15 años.

Antes tuvo que vender el coche "a la carrera y lo peor era la pérdida de la relación con la familia". Afirma que "nadie se hace rico jugando, todo lo contrario: acabas en la ruina" y que la terapia que recibe en la asociación cordobesa le ha servido para "recuperar la autoestima; estoy orgulloso de mi familia y de mí mismo. Aquí encontré un gran equipo de profesionales que me ha ayudado".

La historia de Andrés, de 52 años y soltero, es parecida a la anterior. Ganaba un buen dinero en la hostelería y "me quedaba pendiente de los jugadores hasta que un día, sin pensarlo, me fui a la máquina y eché dinero". Llegó un momento en el que entraba en los salones de juego con el sueldo del mes en el bolsillo, pero luego se quedó en el paro y se marchó a trabajar a un cámping en Tarragona. "En el año 2000 ganaba 1.200 euros al mes, me los fundía y me hacía falta dinero para llegar a fin de mes para comer", añade. Un recorte en el sueldo cuando empezó la crisis le hizo volver a casa. "Me di cuenta de que ya no podía más. Mi hermano me insistía en que tenía un problema, que yo negaba" y "recapacité y decidí poner los pies en la pared". En el año 2005 entró en Acoger "con mi familia y ahora tengo hasta dinero ahorrado".

La terapia por sí sola no hace milagros, coinciden ambos; hay que seguirla con disciplina. Para Andrés, lo principal es "dejar de mentir", algo que se complica en tiempos como este. "Cada día hay más jugadores, lo que puede llevar a pensar que el juego es una forma de obtener dinero fácil en esta crisis, y eso es autoengaño", subraya su compañero.

La primera fase de la terapia es de iniciación, los voluntarios apoyan al nuevo y dura de tres a cuatro meses; la segunda es intermedia y la tercera es de mantenimiento. "De esto no se sale solo", insiste Lorenzo.