La historia no tiene marcha atrás y ayer dio uno de sus pasos hacia delante en La Habana. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aterrizó en el aeropuerto internacional José Martí y con su llegada a Cuba hizo más palpable el proceso de normalización de las relaciones bilaterales entre ambos países que, tras más de cinco décadas de enfrentamiento, aspira a hacer "irreversible".

Muchos cubanos le recibieron con el mismo entusiasmo que la lluvia que aligeró un domingo que amaneció caluroso y pesado. Y eso que el paseo del mandatario estadounidense y su familia por La Habana vieja representaba el principio de una pesadilla logística de dos días para los habaneros. Las medidas de seguridad eran tan fuertes que los propios cubanos bromeaban diciendo que "Obama no va a ver ni a un cubano porque todo son policías y segurosos".

SIMBOLISMO Y POLITICA La visita es un gesto de enorme peso histórico e importante carga simbólica. Hoy, por ejemplo, Obama hará una ofrenda floral en el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, la misma en la que Fidel Castro pronunció muchos de sus más cargados discursos contra Estados Unidos, donde en un desfile se mostró por primera vez armamento soviético, donde Raúl Castro dio su primer discurso tras relevar a su hermano en la presidencia o donde Juan Pablo II, en su también histórica visita de 1998, imploró: "Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo".

UN TRABAJO LABORIOSO El viaje tiene, aunque en dosis moderadas, carga política concreta. Obama y Raúl Castro se reunirán tras la ofrenda en una bilateral en la que el mandatario estadounidense planteará a su homólogo cubano el tema de los derechos humanos, según avanzó hace días uno de los asesores de seguridad nacional de la Casa Blanca, Ben Rhodes.

Pero la negociación de la agenda ha sido un trabajo complicado y muestra algunas de las muchas diferencias que separan a los dos países reencontrados. Aunque tras la bilateral habrá declaraciones de los dos líderes, no se celebrará la rueda de prensa que Obama acostumbra a dar tras este tipo de encuentros.

La oportunidad de Obama de dirigirse directamente a los cubanos llegará en un discurso de unos 50 minutos mañana. Parte trascendental de esa alocución será recordar la historia complicada que ha separado a los dos países y las tensiones que aún separan a muchos cubanos en la isla de los del exilio. Pero además Obama, según adelantó también Rhodes, "dejará claro que es el pueblo cubano el que debe decidir" ese futuro, un mensaje de no injerencia que será bienvenido.

CON LOS DISIDENTES En un viaje histórico cargado de gestos y con importante foco en las posibilidades económicas y comerciales de la nueva relación pese a la persistencia del embargo y gracias en parte al reciente aperturismo cubano, el presidente lanzará también un importante mensaje al celebrar justo después del discurso un encuentro en la embajada estadounidense con representantes de la sociedad civil cubana al que irán invitados disidentes, uno de los puntos que más tensan las negociaciones de la visita.