Pasear por la avenida Sabino Arana en las horas previas al partido es en Bilbao lo más parecido a una noche en Licenciado Pozas, zona por antonomasia de copas y pinchos. Riadas de gente sin importar colores. El blanco y el verde se funden con el rojo, el mejor homenaje que se podía hacer a la campaña de la LFP futbolsinviolencia, lema que se leía en las camisetas de los jugadores al saltar a San Mamés.

Un San Mamés que ha sentado cátedra en lo que a diseño y construcción se refiere. Un campo que invita a ir a él aunque ni tan siquiera guste el fútbol, incluso en tarde-noche de frío y lluvia, como la de ayer. Arreaba el agua y atronaba sobre el techado de la maravilla futurista, lo que provocaba que el mismo estadio se sumara al empuje de una grada incansable. En ella, Aitor. "Cuando el Athletic jugó la final de Copa en Valencia, siendo niño, me dije: algún día tengo yo que hacer eso, coger el tren con amigos y plantarme lejos". Lo hizo muchos años después, visitando el Calderón para dirimir otra final ante el Barcelona. Y así hasta hoy, en el que no duda en afirmar que "como Bielsa, ninguno". El argentino era tan peculiar que incluso se negaba a ponerse traje en la foto oficial del equipo para cada campaña. El único de todos con ropa de trabajo. Aitor hace un repaso por el actual Athletic, su pasado, su presente y hace una mueca cuando habla de futuro. "Sí, el estadio es bonito. Cuando bajo desde el monte a trabajar se ve en medio de la ciudad y llama la atención, sí", reconoce, aunque su comentario va por lo que se ve en el verde. El comentario generalizado es la relación de Valverde con Urrutia y también con el entrenador del filial, el Cuco Ziganda. "No estamos como en años anteriores, no creas que vamos a pasar por encima", advierte. En el postpartido sigue confirmándolo. "¿Qué te dije? No, no. Ese es más o menos el nivel, pero esto es lo que hay". Y vuelve a echar una mirada al nuevo coliseo rojiblanco, del que salen decenas de aficionados blancos y verdes que saludan porque sí, sin conocer a nadie, con una sonrisa de oreja a oreja, algunos de ellos corriendo a los bares aledaños para regar no solo el hecho histórico de que su Córdoba profanó la Catedral, sino que además ellos estuvieron allí.

DANDO VUELTAS A LA DERROTA No solo Aitor, también en las cercanías de San Mamés dos aficionados locales siguen rumiando la derrota y buscando soluciones, más que culpables. "Lo de hace dos años ya se ha olvidado", comenta uno al otro refiriendo también al argentino. Un tipo peculiar que estuvo instalado las dos temporadas en un pequeño hotel de Getxo y que en sus ratos libres paseaba por los alrededores. Cuentan que a más de un chaval, en los albores de cada ciclo futbolístico, le pidió su álbum de cromos. Bielsa se lo llevaba a su hotel y allí se entretenía en completar toda la colección. Luego, buscaba al chico y se lo entregaba completamente terminado. Y así lo hizo con más de uno. La obsesión del loco por el fútbol llegaba a esos límites.

"Todo lo de Bielsa se ha perdido rápidamente", se queja Aitor, mientras que en el otro bando, que pasa justo a su lado, la ilusión crece exponencialmente. "Trabajo en Zaragoza y he venido por mi cuenta, solo, no veas el mosqueo de la parienta", comenta un cordobés a la salida de San Mamés. Y el fútbol siempre tiene puntos en común: "No veas la ilusión este año cuando compré el álbum de cromos con el Córdoba. ¿Para el nene? Qué va, para mí. A mi nene le gusta el baloncesto, qué le voy a hacer", comenta Antonio entre risas. "Fíjate tú, que tenía a Ghilas repetido no sé cuántas veces, me parece que 10 o 12; ahora no voy a cambiar ni uno, tío; hemos hecho historia, los voy a guardar todos". Y sale disparado al coche, porque le esperan en casa.

Como cantaba anoche el millar de cordobesistas desplazados a Bilbao, "una pasión, dentro de mí...". Desde allí al Córdoba se le mira de una diferente manera. Es la pasión del fútbol, sustentada por muchos locos de los cromos.