Por cuarta vez esta temporada, el Córdoba dispuso de un penalti a su favor. Los tres anteriores los había lanzado Xisco. Dos los falló y uno lo anotó. Villa no quería correr más riesgos y la estrategia ya estaba definida de antemano. Lo explicó sin tapujos, de forma clara y sencilla. "Si un jugador falla sería muy injusto quitarle la confianza. Pero ahora ya era mejor para todos que pudiera elegir otro. Y nosotros tenemos ahí a dos jugadores, Caballero y Abel, que son lanzadores. Darle la responsabilidad (a Xisco) a lo mejor no era ni bueno por lo que ha pasado con los dos penaltis, así que era mejor que el jugador se aislara, que no tuviera esa sensación de responsabilidad, pero no he perdido la confianza en Xisco. Lo que pasa es que si falla, también es responsabilidad del entrenador", advirtió.

Como ya sucediera ante el Numancia, López Silva cogió la pelota. "Yo no sabía si quería tirarlo él --reconocía Caballero, el autor del gol--, pero me da la pelota y lo tiro". "¡Yo no dejo a nadie. Lo podía haber tirado cualquiera!", clamaba López Silva, que se agazapaba detrás de Caballero y grababa con su móvil la comparecencia de su compañero. "Xisco no estaba, después de los últimos, con tanta confianza como otros días, y no pasa nada, lo importante es que entre --continuó Caballero--. No deja de ser una anécdota y lo importante es que quien lo tire, lo meta; da igual el nombre", insistió.

El madrileño engañó al portero en el disparo, que lanzó con mucha calma. "Tendré muchos defectos, pero esos nervios no me han pasado por la cabeza", sonreía. No era para menos. Por fin un penalti servía para darle al Córdoba los tres puntos.