Hasta ahora se creía que para actuar antes había que sentir. Hoy se sabe que el sentimiento aparece cuando empezamos a actuar. Según William James, este es el descubrimiento más grande del siglo en el campo del desarrollo humano.

Las estadísticas que nos mostraba Ignacio Luque en Diario CORDOBA (15/10/2013) son interesantes para sacar conclusiones a la hora de valorar el estado actual de la plantilla, de hacer autocrítica constructiva y de ir ajustando con el manual de las estadísticas entrenamientos para crecer y mejorar cada día como equipo. El problema a nivel general es que cuando se hace autocrítica (objetivos a mejorar) con datos y estadísticas fiables, a veces el ser humano suele reaccionar con determinados comportamientos. El jugador poco competitivo suele rechazar todo tipo de críticas y mirar hacia otro lado, puesto que la autocrítica es un recurso más de ayuda para competir cada día mejor. El saber competir es la clave que diferencia a los buenos de los mejores. El éxito en el fútbol y en la vida en general se encuentra en la otra cara de la moneda del fracaso. No reconocer un error, no corregirlo y no aprender de ese error, constituye otro error todavía mayor y coloca a la persona que lo ha cometido en una posición de autodefensa y autoengaño.

Las estadísticas que nos mostraba Ignacio del Córdoba CF (jornada 9) nos dicen que a nivel ofensivo solo seis equipos disparan menos sobre portería adversaria. Dos de cada tres lanzamientos que realizan no terminan entre los tres palos. Sin embargo, el líder de la categoría (Recreativo), de cada cinco disparos a puerta uno termina en gol: ¿más calidad, mejor precisión en los golpeos, elaboración en el fútbol de ataque ? Creo que no. Entiendo que son acciones del juego mejorables (seguro que llegarán los partidos en los que de cinco golpeos a portería entren dos). Uno de los mayores problemas de los equipos es su capacidad competitiva. El ganador nato deja de serlo el día que pierde. Sin embargo, el competitivo dará siempre la misma sensación de autoconfianza, con la mejor garantía de que si no se gana no será porque no se quiere (lo ha dado todo), sino porque sencillamente el rival ha sido mejor. Los estados de ánimo en un vestuario se contagian rápidamente. A veces, el jugador que no es capaz de asumir responsabilidades y adaptarse a las exigencias del club, suele perder el autocontrol en medio de la tensión de un partido. Solo busca una excusa para justificar su comportamiento; estos solo serán buenos jugadores, pero nunca serán competitivos ni estarán preparados para jugar en equipos exigentes.

El temor a fallar, a perder, el exceso de responsabilidad, la necesidad de obtener resultados, las dudas sobre el propio rendimiento y el del equipo, el exceso de información por parte del entrenador, el entorno no "manejable", jugar fuera de su demarcación habitual... son algunas circunstancias que pueden generar tensión, exceso de responsabilidad, dificultad en el equilibrio psíquico y provocar que el jugador no se encuentre en un nivel óptimo. Los equipos que saben competir son aquellos que son capaces de superarse ante las dificultades, que saben dar buena lectura a lo que le demanda cada minuto el partido y sacan rendimiento colectivo de sus mejores virtudes.

Dentro del terreno de juego, el grupo (equipo) que se propone ganar, gana mucho. Aquellos que tienen miedo a perder, pierden mucho.