Se palpó una tensión alejada del fútbol porque siempre hay quienes prefieren rodearse de guardias de corps (y favores prestados), en lugar de aficionados con banderas y bufandas. Pese a ello, el fútbol siempre triunfa. Fuera, con el ejemplo del cordobesismo: 750 en total (uno más, uno menos). 15 autocares completos. Coches particulares desplazados hasta Granada. Y allí estaban algunos, de rojiblanco pero alejados de Los Cármenes y su orgullo de equipo de Primera, para liarla parda. Eso no es fútbol. Tampoco lo fue el comportamiento colegial. De los escolares en la grada y de los colegiados sobre el césped. Por encima quedaron los visitantes, animosos y entregados a la causa del filial. El B. El Córdoba CF en mayúsculas. Porque todo es lo mismo.

Estos fueron algunos de los tantos detalles que mostraron el apego a unos colores. Un equipo de fútbol sin masa social no alcanza la gloria y si fuera por la hinchada blanquiverde, el Córdoba estaría en la élite.

Al son de "ser cordobesista, no hay nada mejor" se inició un viaje que dio para mucho. El ambiente que se respiraba hacía presagiar un gran día. Los autocares fletados por el club derrocharon simpatía, gracia y, sobre todo, pasión. Por un rato se olvidaron de Facebook, Twitter o Tuenti para volver a la mejor red social: el contacto personal.

Antes del inicio del partido, los 'metepatas' de siempre, esta vez les tocó a ellos, calentaron el partido y obligaron a actuar a la Policía. Pero no iban a estropear la fiesta blanquiverde.

El partido presentó muy buena entrada. Dos filiales con un mismo objetivo presentaron una bonita batalla táctica en la que los peones movieron los hilos al son de cánticos de guerra. Para ello, los blanquiverdes llenaron el fondo norte y aunque el inicio de los jugadores de Pablo Villa no acompañase, el apoyo no cesó. Las vibraciones y las pulsaciones subían al ritmo de los minutos. Algo para recordar.

El gol del Granada no derrumbó las esperanzas. Queda una vuelta. Salieron a despedir al toque del himno. Grandes.