Casi medio siglo ante un micrófono da para mucho, y a Rafael López Cansinos le dio tiempo de hacer de todo: desde retransmitir corridas de toros, partidos de fútbol y hasta una misa (anécdota que recuerda divertido) hasta conducir todo tipo de concursos, complacer a la audiencia, sobre todo femenina, en aquel entrañable programa de Discos dedicados o ser depositario invisible de miles de confidencias y esperanzas de quienes veían en la radio el mejor vehículo para olvidar por un rato su vida miserable. Y todo ello en riguroso directo. Al menos hasta 1960, en que se empezó a utilizar "ese gran invento" que fue el magnetófono.

--Qué tensión, ¿no? Siempre en la cuerda floja y temiendo no poder corregir cualquier metedura de pata.

--A veces reaccionabas a tiempo y otras no. Hay una anécdota que no se me olvida jamás. Estábamos representando La cabaña del tío Tom , y cuando llegamos al pasaje en que los dos niños protagonistas se pierden en una mina buscamos el modo de transmitir el eco y la sensación de estar bajo tierra. Alguien dijo que lo mejor era que los técnicos metieran la cabeza bajo la tapa del piano de cola y así se hizo, con tan mala fortuna que el pie que la sujetaba cedió y se les cayó encima, con el consiguiente estrépito. Y daño para ellos, claro.

--De todas formas, la audiencia no era tan crítica como ahora.

--No, era muy benévola, nos escuchaba con mucho interés. Hubo momentos en que fue masiva, porque no había otra cosa hasta que surgió la televisión. Aquí solo estábamos el diario CORDOBA y nosotros --que obligatoriamente teníamos que conectar con Radio Nacional a la hora del parte , el diario hablado-- hasta que llegaron muchos años después las emisoras del Movimiento y de la Cope.

--¿Recuerdas programas como ´Radio chupete´ o ´Cosiendo y cantando´, tan populares?

--El Radio chupete era un programa infantil que se hizo muy popular durante una década. Cosiendo y cantando era un programa de entretenimiento que estaba dedicado a las modistillas; había muchos talleres de costura entonces. Lo patrocinaban las máquinas de coser Sigma y el establecimiento que las vendía, Mónico Carrasco. Hacíamos concursos de todo tipo cuyas finales se celebraban en los teatros Duque de Rivas, Gran Teatro y Góngora.

--¿Y qué me dices de las subastas benéficas, que tanta solidaridad levantaron?

--¡Ah!, eso sí que me produce al recordarlo verdadera satisfacción. Como la cruzada emprendida por el Padre Ladrillo , don Agustín Molina, para construir la parroquia y un colegio en el Naranjo: pagabas un duro y comprabas cinco ladrillos, pagabas cien pesetas y comprabas cien. Y especial connotación tuvieron las emisiones a beneficio del Hogar y Clínica de San Rafael, de los Hermanos de San Juan de Dios, que acogían a niños afectados por poliomielitis y meningitis. En los años cincuenta el hermano Bonifacio, un personaje digno de santificar, fue a la radio a pedir ayuda y surgió la idea de la subasta navideña, que celebrábamos en el salón de actos de la emisora. En ella la gente cedía un juguete o lo que fuera, que era subastado luego, y los beneficios se entregaban en el centro, luego de organizar una cabalgata que subía hasta allí el día de Reyes. Yo no he visto generosidad más viva, paralizaba la vida de la ciudad.