A estas alturas no quedará nadie sin saber que la Señora de las Tabernas de Córdoba 2020 es Elena Rojano Soriano, jefa de cocina de Casa Bravo, antigua y conocida taberna situada en la calle Puerta de Almodóvar. La prensa, la radio y la televisión le han dedicado numerosos espacios y han informado ampliamente de los requisitos y méritos que se requieren para que el Aula del Vino conceda tal galardón, cuyo diploma acreditativo -un ángel venenciador dibujado por Ginés Liébana- le fue entregado por Manuel Mª López Alejandre, presidente de la asociación, el 12 de febrero, en la sede del Aula, una preciosa bodega privada propiedad de Antonio Figueras, que es el tesorero. Cuando el día 26 de enero dimos la noticia en esta columna, ya adelantamos algo de la interesante personalidad de Elena, que hoy trataremos de perfilar.

He tenido la suerte de participar en el nombramiento y dar fe de ello, de todas las Señoras de las Tabernas, desde la primera, que fue en el 2000, hasta la actual, que hace la número 21, es decir, la vigésimo primera, que es conveniente recordar los ordinales de vez en cuando. Tales nombramientos están salpicados por sus correspondientes anecdotarios. Pongo por ejemplo que hubo una que rechazó el nombramiento; mejor dicho, no lo rechazó ella, sino sus hijos en su nombre; y no hubo muchas explicaciones, sólo que a ella eso no le interesaba. Nos quedamos asombrados, pero así son las cosas, y sobre todo, nos habría gustado que lo rechazase personalmente.

Elena Rojano está casada con Juan Antonio Jiménez Calonge, con quien comparte la regencia de Casa Bravo, él en la barra. Se confiesa heredera de su madre, Carmen Soriano, de la que aprendió los secretos que definen su cocina, casera, familiar, tradicional, basada en la calidad de los productos por humildes que sean. Días después del nombramiento, mantuve con ella una pequeña conversación-entrevista, de la que pude sacar varias conclusiones. Su madurez en el oficio, totalmente compatible con su juventud. Su visión culta de la cocina, algo más que intuitiva, ya que conoce perfectamente los cómos y por qués, maneja los tiempos e investiga los intríngulis. Actualiza las presentaciones utilizando una vajilla blanca, tan clásica que parece novedosa, aunque lo servido en ella sea el ingente repertorio de croquetas -hasta de huevo frito con chorizo- o la sangre encebollada o los riñones. Elena, además, es generosa, simpática y comunicativa. Lo único que cabe es felicitarla por este Señorío recién adquirido, aunque ella el señorío personal lo trae de serie.