Acoso sexual

Los ‘#MeToos’ pendientes: desde el Ejército a las más precarizadas

Según los últimos datos, en 2021 se interpusieron 39 denuncias contra 53 presuntos acosadores, cifras que suponen la solo la punta del iceberg porque persiste el “miedo” a denunciar, sobre todo por parte de los miembros de Tropa y Marinería, donde los contratos no son fijos

El beso de Rubiales a Jenni Hermoso.

El beso de Rubiales a Jenni Hermoso.

Patricia Martín

El beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso ha desencadenado una ola de rechazo al machismo en el fútbol que se asemeja a la explosión feminista contra los depredadores sexuales de Hollywood que provocó el movimiento #MeToo y que tuvo ramificaciones internacionales, incluido el #Yotambién o el #Cuéntalo en España. Desde entonces ha habido réplicas en otros ámbitos, especialmente en el mundo de la cultura y de la política, pero también en las universidades o la ciencia, estos últimos impulsados por EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica.

Mujeres que, contra viento y marea han contado, a cara descubierta o de forma anónima, que han sido víctimas de abusos, acoso sexual laboral, humillaciones y agresiones sexuales, señalando a sus acosadores, para romper con machismo estructural y el halo de silencio y compadreo que lo favorece. Pero aún son muchos los sectores donde no ha habido movimientos parecidos o, los intentos, no han tenido éxito.

"El #MeToo está por llegar en todos sectores porque los casos que han salido son con cuentagotas"

Carla Vall

— Abogada penalista

Por ejemplo, en el Ejército fue muy sonada la denuncia de Zaida Cantera contra un superior por acoso sexual, que se saldó con una condena al acosador de más de dos años de prisión. Sin embargo, Cantera vivió un infierno, fue víctima de mobbing (acoso laboral) por interponer la denuncia, por lo que decidió abandonar las Fuerzas Armadas. Su caso, no obstante, ayudó a que Defensa aprobase un protocolo de actuación frente al acoso sexual, que ha permitido que las militares vejadas por un superior no tengan que interponer ante él la denuncia, sino frente a un órgano independiente pero formado por militares.

"La violencia sexual campa por todas partes, no es algo que tenga que ver con profesiones, sino que es transversal"

Violeta García

— Psicóloga

La existencia del protocolo, no obstante, no ha servido para levantar las alfombras. Según los últimos datos, en 2021 se interpusieron 39 denuncias contra 53 presuntos acosadores, cifras que suponen la solo la punta del iceberg porque persiste el “miedo” a denunciar, sobre todo por parte de los miembros de Tropa y Marinería, donde los contratos no son fijos. “Tienen miedo a perder su puesto de trabajo y a que la denuncia se les vuelva en contra y el superior les denuncie por deslealtad”, explica Ignacio Unibaso, secretario general de la asociación de militares Aume.

En el Ejército existe un protocolo contra el acoso sexual pero persiste el "miedo" a perder el trabajo y que la denuncia "se vuelva en contra"

Las temporeras

Peor es la situación en sectores donde las mujeres están muy precarizadas. De hecho, en 2018 salieron a la luz varias denuncias de temporeras marroquís que relataron agresiones sexuales y abusos laborales durante su estancia en los campos de fresas de Huelva, pero la mayoría de los procedimientos se han archivado o los acusados han sido absueltos. Y existe un problema añadido, en su país de origen "si te violan, eres impura y, por eso, las han repudiado, no pueden volver con sus familias, tienen que trabajar en España donde pueden", según explica Jesús Díaz, uno de los abogados que representó a 10 jornaleras. Se trata de una prueba más de la dura factura que una denuncia de acoso sexual puede pasar a las víctimas, si no se dispone de pruebas sólidas.

En el ámbito universitario, EL PERIÓDICO contribuyó a destapar un #Metoo que ha traído consigo cambios importantes como la existencia de un protocolo único que, a petición de las víctimas, contempla la violencia de género aisladora, que es aquella que reciben las personas que apoyan a las víctimas. Desde entonces, “se han multiplicado por cuatro las víctimas que contactan con la red MeToo Universidad pero muchas no dan el paso de denunciar porque sufren todavía represalias”, explica Ramón Flecha, el primer catedrático español que se puso del lado de las acosadas. En su opinión, “se ha avanzado pero queda por hacer”, como que las Comisiones de Igualdad sean independientes del rectorado y que la formación en género que se imparte “no esté basada en bulos”, como sucede en algunos casos.

En el 2018 salieron a la luz varias denuncias de temporeras que relataron agresiones sexuales y abusos laborales pero no se ha juzgado a los acusados

Estos ejemplos demuestran que “el #MeToo está por llegar en todos sectores porque los casos que han salido son con cuentagotas”, según interpreta Carla Vall, abogada experta en este problema estructural. “La violencia sexual campa por todas partes, no es algo que tenga que ver con profesiones, sino que es transversal”, añade Violeta García, psicóloga de la Associació Assistència Dones Agredides Sexualment (AADAS).

Las expertas coinciden en que los sectores donde hay más casos son los más jerarquizados, más masculinizados o donde las mujeres tienen trabajos más precarios

Aún así, las expertas en agresiones machistas coinciden en que los sectores más jerarquizados, más masculinizados o donde las mujeres tienen trabajos más precarios, es donde hay más episodios. En este sentido, las especialistas mencionan la judicatura, el ejército y los cuerpos policiales, el ámbito rural, el sector metalúrgico o la industria del automóvil, así como el sector de la limpieza y de los cuidados, como aquellos ámbitos más importantes con #MeToos pendientes.

Las denuncias públicas sirven para cambiar imaginarios: "para que un piquito se vea como una agresión sexual"

Y los motivos son transversales y tienen que ver con que “las actitudes machistas se dan también a la hora de denunciar, tanto en el ámbito empresarial como judicial, donde es posible que se intente tapar, restarle importancia, excusar o proteger al agresor”. “Ni las empresas ni la justicia están exentos del machismo”, avisa Júlia Humet, abogada especialista en derecho penal y familia.

Pese a los años de avances, las víctimas siguen teniendo miedo a no ser creídas, a que la denuncia perjudique su carrera profesional, a lo que se añade que si no son famosas o tienen un altavoz a su favor, “es increíblemente más difícil que su denuncia prospere”, según Vall. “Si a Jenni le está pasando lo que le está pasando [se está poniendo en cuestión su credibilidad porque en un inicio no se mostró afectada por el beso], que le puede pasar a una ‘Kelly’ [limpiadora en un hotel], reflexiona Isabel Muntané, codirectora del Máster de Género de la UAB.

Las soluciones

En cualquier caso, las especialistas avisan de que el #MeToo o la denuncia pública no debería ser la vía para acabar con el machismo en el ámbito laboral, dado el escarnio público y profesional que sufren las víctimas. Sin embargo, como los protocolos y la vía judicial “no funcionan”, a veces las afectadas no tienen otra salida, apunta Humet.

Las víctimas tienen miedo a no ser creídas y a que la denuncia perjudique su carrera profesional

Además, a nivel colectivo las denuncias públicas, sobre todo si alcanzan la repercusión del #Metoo o el ‘Se acabó’ sirven para “cambiar imaginarios y visibilizar agresiones, para que un ‘piquito’ se vea como una agresión sexual”, subraya Muntané.

En definitiva, acabar con el machismo estructural requiere de cambios profundos pero los #Metoo son un fuerte espaldarazo para visibilizar agresiones, impulsar a las víctimas a que denuncien y, poco a poco, lograr que los acosadores se sientan solos y cejen en sus conductas.