Benjamín Ballesteros es director de programas de la Fundación ANAR. A finales del 2017, con el apoyo de la Fundación La Caixa y el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, ANAR puso en marcha un servicio pionero de chat para ayudar a los menores de edad a denunciar situaciones de abuso. El servicio ha atendido ya 11.643 peticiones y ha permitido la detección de 4.500 casos graves.

-¿Qué balance hace de los tres años de funcionamiento del chat?

-Muy positivo. La existencia de este canal era una necesidad real, debíamos adaptarnos a las nuevas herramientas de comunicación de los adolescentes, establecer un sistema que permitiese la conexión de una forma natural para ellos. Además, el chat les permite pedir ayuda incluso en presencia de sus agresores sin ponerles en peligro. En el 2018 recibimos 2.855 peticiones de ayuda, en el 2019 fueron 2.932 y este año, 5.534. El anonimato y la confidencialidad que confieren nuestras líneas favorecen que lo usen para hablar de temas muy graves. Se sienten más cómodos y seguros.

-11.643 peticiones en tres años arrojan una media de más de 10 al día. Siendo tremendo, ¿es solo la punta del iceberg?

-Sin duda. Por eso queremos darlo a conocer de forma masiva. Que en todos los rincones de España sepan que está ANAR para ayudarles.

-¿Subieron las peticiones de ayuda durante el confinamiento?

-Dieron un salto importante. Y gracias al chat fuimos capaces de salvar vidas, porque se dieron situaciones muy extremas. Crecieron los casos de intentos de suicidio y lógicamente apareció mucha violencia intrafamiliar, con casos de maltrato físico, psicológico y abuso sexual. Imagínense la tortura de estos menores que estaban viviendo en un entorno en el que su agresor abusaba impunemente de ellos día tras día, sin poder contárselo a nadie y sin escapatoria.

-Y el chat les daba la seguridad.

-No les hubiéramos podido atender por teléfono sin ponerles en riesgo. El chat es un canal seguro. Se produce un autoborrado en el lado de la víctima, de forma que si alguien le arrebata el dispositivo desde el que está conectado con nosotros, allí no aparece nada más que la última frase.

-Les costará contar qué les pasa

-Hablar de estos temas no es fácil. Muchos necesitan varios contactos hasta que se abren. Hay dos datos que me llaman la atención: un 45,8% de los menores tardaron más de un año en pedir ayuda y el 52,9% de ellos padecían ese problema a diario. Es de lo más grave que le puede pasar a un ser humano, sufrir todos los días un problema muy grave y no poder contarlo. Con el chat hemos conseguido ayudarles.

-¿La mayoría de los casos se dan en el entorno familiar?

-Hay dos grandes bloques. Por un lado, están los problemas psicológicos. Nos encontramos con ansiedad, intentos e ideas de suicidio, autolesiones, tristeza, baja autoestima, problemas de alimentación, miedo... Cuando un adolescente piensa en acabar con su vida es que está en una situación límite. O a autolesionarse, que es un fenómeno que está creciendo en los últimos años y que utilizan como mecanismo de autorregulación emocional. Por otro lado, tenemos las peticiones de ayuda relacionadas con la violencia intrafamiliar: maltrato físico, psicológico, abusos sexuales, violencia de género y abandono. Y no olvidemos el acoso escolar, que ocupa el tercer puesto en cuanto a peticiones de ayuda.

-¿Quién atiende estas peticiones de ayuda?

-Al otro lado del chat está siempre un psicólogo experto en materia de infancia, que ha pasado un curso de formación de 400 horas creado por ANAR y avalado por el Colegio Oficial de Psicólogos. El psicólogo, además, está respaldado por un equipo de abogados y otro de trabajadores sociales.