Si no fuera por las mascarillas, que a estas alturas de la película todo el mundo lleva a cualquier parte, la estampa del casco histórico de Córdoba sería casi idéntica a la de un fin de semana de patios prepandemia. Este sábado se han cumplido siete días del fin del estado de alarma y en tan corto periodo de tiempo Córdoba ha pasado «de cero a cien». «Esto es una locura, ojalá no volvamos atrás porque los que vamos a pagar el pato si hay otra ola seremos los hosteleros otra vez», se queja Alfonso, copropietario del bar Millán, situado en el punto de confluencia entre los patios de San Lorenzo y Santa Marina-San Agustín, «el horario de visita es muy limitado y vienen con prisas para salir corriendo».

Ellos, como otros hosteleros consultados, echan de menos «más vigilancia policial que controle los horarios de cierre e impida que tengamos que hacer de policías con clientes y además sin vacunar». La pandemia no parece haber hecho que el ser humano se vuelva más sosegado. «Se nos va de las manos», apostilla un cliente, «¿este es el turismo que queremos? Los patios de verdad son otra cosa, no esta bulla». 

Se cumplen siete días del fin del estado de alarma y la ciudad entera está de bote en bote, con muchos hoteles casi al 90% de ocupación y los bares y restaurantes sin sitio para albergar tanta demanda. «Esto puede ser pan para hoy y hambre para mañana», comenta el dueño de un bar del entorno de la Ribera, «estamos contentos por tener gente otra vez, pero también hay miedo a que la cosa se desmadre».

Después de meses de contención, el señuelo de los patios ha atraído a una multitud de turistas, entre ellos, muchos madrileños que en este fin de semana de San Isidro han elegido Córdoba como destino. «Vinimos el viernes y este es el primer patio que hemos visto», comenta a las 13 horas Esmeralda y su novio, «un amigo portugués nos dijo que merecía la pena venir y cogimos hace tres días un Airbnb y estamos alojados muy cerca de la Mezquita, ni siquiera hemos podido reservar mesa para el almuerzo de hoy, está todo petado». Pese a todo, aseguran que la experiencia es buena. «Sí, hay colas, pero son llevaderas, ya nos lo habían advertido, con ver dos o tres patios nos conformamos». Ellos se lo toman con filosofía. Otros no soportan la espera y siguen la ruta en busca de otro.

Entrada a la Mezquita de Córdoba. FRANCISCO GONZÁLEZ

Este año, por la pandemia, no hay planos de papel, lo que ha dificultado las visitas a los menos duchos en nuevas tecnologías. «Todo es por QR o por aplicaciones, pero a mí me gusta más verlo en el papel», comenta una señora, «otras veces nos han dado el plano y nosotros hemos ido buscando los patios y señalando el camino, pero esta vez vamos un poco perdidos». En la zona de la Judería, tras muchos meses cerrados y sin visitantes, nadie se atreve a quejarse por el repentino aluvión que por fin ha hecho que las cajas registradoras empiecen a sonar. «Este fin de semana no tiene punto de comparación ni con el pasado ni con los días entre semana», asegura la dueña de una tienda de souvenirs de la calle Torrijos. «Por una parte, es una alegría que podamos volver a trabajar porque estábamos desesperados, pero hemos pasado de ver todos los días las calles desiertas a una avalancha de gente y la verdad es que nos pilla desentrenados porque hemos perdido el ritmo». La alegría de estos dos días temen que sea demasiado fugaz. «Habrá que ver si esto dura más allá de este fin de semana porque en Córdoba enseguida llega el calor y los cordobeses se van a la playa y nadie de fuera viene para acá», lamentan.

Los monumentos de la Judería también notaron ayer el notable incremento de visitas. Según Rafael, responsable de seguridad de la Mezquita, «este es el primer fin de semana desde octubre del año pasado con tanta actividad». A mediodía, estimaba que al acabar la jornada habría entrado a visitar el monumento alrededor de 6.000 personas aunque aún lejos de un día normal prepandemia. «Tenemos aforo reducido al 50% y sin embargo, no hay colas en las taquillas ni en las máquinas», comenta, «es cierto que mucha gente ha hecho reserva por internet, pero no hay cola tampoco para entrar, dejamos pasar a unas 425 personas cada media hora en un espacio de más de 18.000 metros cuadrados y no hay aglomeraciones en el interior». 

La sensación de seguridad de los turistas, vacunados o no, es total. «Los patios son sitios al aire libre y tienen aforo reducido, no creo que haya mucho peligro en esta fiesta, si no, no la harían, además el virus está en todas partes», aseguran Darío y Pilar, madrileños también, en la cola de Marroquíes 6 «hay que tener cuidado y no quitarse la mascarilla, pero no hay que obsesionarse».