Cuando vivimos un duelo, como la partida de un ser querido, nuestro mundo se derrumba. Es una información que ya conocemos, que sabemos que algún día ocurrirá. Aun así, nunca nos preparamos para este tipo de escenarios y nunca consideramos un acierto decir adiós. Cuando alguien se marcha, implica un proceso evolutivo no solo personal, sino también con todas las personas que interactúan en mayor o menor medida. La capacidad innata de la resiliencia, es la que nos va a dar la mano para levantarnos. Vamos también a comprender que ese ser de luz no deja de estar presente, aunque ahora, de otra manera: alejado de un cuerpo físico. Su espíritu ha desencarnado, pero su esencia y su ser, perviven.

Jesús, emprendes tu marcha pronto, con 34 años, antes de lo que pudiéramos esperar, pero sabes que no te olvidaremos, que te llevamos en el corazón. Te enviamos mucha luz.

Deseamos que sigas aprendiendo en este nuevo camino, esta etapa. Y sabemos que tú también estás con nosotros y no permanecerás ausente, porque tu espíritu, respira. Gracias por concedernos tanto amor y cariño.