Hasta hace unos cuantos años, se ha denominado «el sexo débil» a la mujer. Éstas, a fuerza de luchas, movilizaciones y batallas, pataleando en la sociedad con unión, han conseguido en la medida de lo posible la igualdad que todos anhelamos. Personalmente, las admiro de verdad.

Ojalá las personas con diversidad funcional tuviéramos un comportamiento parecido. A decir verdad, somos realmente «el sexo débil», acentuado con mucha más fuerza en estos tiempos de covid que estamos atravesando, aunque por supuesto toda la culpa no hay que echársela al virus, ni mucho menos.

Con frecuencia, me pregunto para qué sirve tanta parafernalia organizada cada 3 de diciembre si no luchamos nosotros mismos por nuestros derechos. ¿Cómo hablar de «normalización», si un 90 % de discapacitados son elementos pasivos, metidos todo el día en residencias, viendo TV, fumando o mirando al techo?, sin una motivación, ni interés por vivir. ¿Qué clase de integración es esta?

Para colmo, esta Administración política nos deja encerrados en un cuarto 10 días en más de una ocasión y ¡aquí no pasa nada! Ni protestamos, ni salimos a la calle, ni salimos en prensa, ni nada de nada. Nos da igual todo. Y si hablamos de otros temas como encontrar trabajo o nuestra sexualidad: ¡mejor estarse calladitos!, para no molestar a nadie. Sería para escribir un libro...

Repito: ¿Qué clase de «normalización del discapacitado» es la que demandamos a la sociedad, cuando nosotros mismos no sabemos el camino?.