Diario Córdoba

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Desiderio Vaquerizo

a pie de tierra

Desiderio Vaquerizo

Fórum Panasef

Empieza hoy en Sevilla y continuará hasta el sábado, tras haber sido aplazado por la pandemia

En el funeral romano, cuando la familia podía permitírselo, desempeñaron ya un papel de primer orden los operarios de pompas fúnebres (‘libitinarii’), oficios de carácter sórdido por su contacto permanente con la muerte, indignos por tanto de hombres libres, que por regla general debían instalarse fuera de las murallas debido a su condición funesta, contaminante para el resto de ciudadanos. Su nombre derivaba del de Libitina, la advocación funeraria de la diosa Venus -la misma que daba nombre a la puerta de la muerte en el anfiteatro, por la que eran arrastrados los gladiadores muertos en la arena-, cuyo templo llevaba el registro de los óbitos y funerales celebrados en la ciudad.

Tales operarios se integraban en empresas -una inscripción de inicios del siglo I a.C. procedente de la antigua ‘Puteoli’, en el Golfo de Nápoles, detalla la concesión de los servicios funerarios por parte de la colonia a la empresa local de ‘libitinarii’-, y se agrupaban en muy diversas categorías. Los ‘pollinctores’ eran los encargados de ungir y maquillar al cadáver con un tipo de polvo (pollen) que contribuía a disminuir su aspecto cerúleo; los ‘vespilliones’, responsables de conducir a los pobres de necesidad hasta su última morada sobre un ataúd de bajo coste (‘sandapila’); los ‘ustores’, por su parte, asumían todo lo relacionado con la pira funeraria y la cremación del cadáver, y los ‘fossores’ excavaban la fosa para el enterramiento cuando el rito empleado era la inhumación. Finalmente, los ‘dessignatores’ eran maestros de ceremonias, contratados para organizar las exequias de los ricos, tanto hombres como mujeres.

Ellos debieron ser quienes realizaran la última ‘conclamatio’ y abrieran por vez postrera los ojos del cadáver, pues se consideraba nefasto «no mostrarlos al cielo» antes de encender la pira (Plinio, ‘Nat. Hist’. 11, 150), con todos los presentes vueltos de espaldas para no interferir en el misterio del instante mismo en que el alma abandonaba su soporte mortal.

Obviamente, no eran estas las únicas profesiones ligadas al mundo de la muerte, que además de las plañideras incluían albañiles, pintores, epigrafistas, magos, etc.

Las cosas, por tanto, no han cambiado demasiado, si bien hoy se ha dejado de morir en casa -lo que ha acarreado la pérdida de rituales de socialización activos durante milenios, destinados a aceptar la pérdida y conjurar el dolor, honrar al fallecido y garantizar su memoria-, y han asumido pleno protagonismo los tanatorios y las empresas de servicios funerarios, que apenas tiene lugar el óbito asumen el mando, evitando a las familias los aspectos más duros de la muerte, y ofrecen entornos hermosos y cálidos en los que velar a los fallecidos y recibir las condolencias de parientes y amigos. Tales servicios cubren cinco tipos de necesidades básicas: funcionales, de higiene sanitaria, de salud psicológica, de apoyo y cohesión social, y de homenaje a los fallecidos. De ahí su importancia, su trascendencia y su oportunidad.

¿Quién no conoce alguno de los tanatorios de Córdoba? Son edificios extraordinarios, sostenidos por una pléyade de profesionales con la función de hacer a las familias el trance más fácil y ofrecerles cuantos resortes necesitan para despedir a sus deudos, recordarles y honrar su memoria; porque todos, en el fondo, aspiramos a ello, y en esas ansias de eternidad el ritual funerario desempeña un rol determinante. Sirva como ejemplo la aplicación «El árbol de la vida», que ha desarrollado de forma modélica la empresa Tanatorios de Córdoba (TdCO), y ofrece a las familias una herramienta novedosa, discreta y efectivísima de rememorar y festejar a sus deudos.

Con todo, el afán de estos profesionales de la muerte por servir a la ciudadanía no se detiene ahí. Son bien conscientes de la necesidad de «humanizar» sus tareas; de proyectar en la sociedad la idea de que trabajan a su servicio; de trascender la imagen un tanto tétrica de operarios en permanente contacto con la muerte en beneficio de otra mucho más aséptica y actualizada, que prima la empatía y la vocación de servicio público. Se entiende así que se hayan agrupado en una asociación de ámbito nacional, Panasef, que celebra periódicamente un Fórum bianual, abierto a quien quiera asistir, en el que se huye de cualquier tipo de morbo y se incide con contundencia en los aspectos culturales y antropológicos de la muerte, que al fin y al cabo no es sino el sucederse de la vida.

Tras haber sido aplazado un par de años por la pandemia, durante la cual los servicios funerarios desempeñaron en España un papel absolutamente impagable que no ha sido destacado lo suficiente, ese Fórum tendrá lugar en Sevilla entre hoy, día 20, y el 22 de octubre (en vísperas del Día de Difuntos), e incluye conferencias, exposiciones, teatro, gastronomía, talleres, debates, conciertos, musicales, recreaciones históricas (irrepetible la del ‘funus’ romano en Itálica el sábado 22), etc., en un verdadero alarde que puede cambiar la percepción del público sobre los servicios funerarios en España. Tienen la información en https://forum.panasef.com/. Háganme caso. No se lo pierdan.

* Catedrático de Arqueología de la UCO

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