Diario Córdoba

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Lola Alonso del Pozo

TRIBUNA ABIERTA

Lola Alonso del Pozo

Disponer de tiempo

Decir verano es decir tiempo de escape, de evasión, de estímulo para renovarse

Otro verano en el que mucha gente ha hecho cosas extraordinarias. Seguro, aunque nos sean desconocidas; y otro verano en el que alguna aventura personal podremos contar más de uno y más de una, lo cual me anima a desear que, sin entrar en intimidades que desconozco obviamente, estos juegos y experiencias les hayan resultado placenteros.

Otro verano, digo. Y, bueno, pues ni tan mal, ¿no?, a pesar de las olas de calor, de no poder descorrer las cortinas, de la preocupación por la salud mental (por fin presente con menos prejuicios en nuestra sociedad), y de todos los etcéteras con los que cada cual necesite rematar la lista, que el fango nos llega a todos.

Con todo, decir verano es decir tiempo de escape, de evasión, de estímulo para renovarse. Esas tardes de siestas larguísimas y noches prolongadas pasadas en vela que nos hacen ganar horas de vida, al menos en estas semanas de temperaturas inhumanas.

A veces parece que el tiempo se sucede a sí mismo, que no hay nada que hacer pero, como dice el sabio y viejo presidente Mújica, el lujo es precisamente disponer de tiempo, de tiempo para disfrutarlo e incluso para holgazanear. Sí, y no es frivolidad, que hay mucho por aguantar en la vida, señoras y señores.

Es que el tiempo se va y una de las fórmulas para estirarlo son los viajes, aunque yo cada vez soy más amante de los relatos de buenos viajeros. La edad y cierto cansancio me alejan del ajetreo de desplazarme a otros lugares. Pero hasta cierto punto, ¿eh?, que si me dicen ¿vienes?, no pregunto ni a dónde porque no es lo que más me importa.

Vuelvo a las lecturas de peregrinaje. Los autores nos aproximan a otros pueblos con sus historias, nos describen las zonas que han visitado. Y quienes lo hacen de forma detallada y minuciosa, con una narrativa ingeniosa, creativa y llena de buen humor, nos traen también preguntas sobre el sentido de la vida, de la muerte y del paso del tiempo que es el eje de esta columna. Escritores que tejen sus testimonios para que veamos cual marinero con su catalejos, esa parte desconocida de los sueños. Estos libros de viajes y hazañas que nos hacen encender nuestras linternas para husmear y curiosear desde paisajes turbadores hasta las desconocidas estrellas, pasando por personajes más o menos heroicos que han corrido riesgos y peligros que nos sobresaltan y muestran las peripecias humanas de otras tierras.

En definitiva, crónicas para evadirnos y hacernos grata la vida.

Sin embargo no podemos obviar que viajar es también tomar un apetitoso bocadillo con una bebida bien fresquita en nuestros cines a la luz de la luna, o asistir a conciertos veraniegos, comentar el número de piscinas que hay en Córdoba, la excentricidad de los nuevos dramas románticos turcos, o el último trabajo de Rosalía -por cierto que me gusta mucho su voz-, sin olvidar las ocasiones de preguntar ¿cómo estás con este calor? De todas maneras estas trivialidades no nos hacen descuidarnos de la guerra que está tan cerca de aquí.

En fin. Mientras ideamos cómo dilatar el tiempo les deseo y me deseo un feliz visionado de la reciente saga La Casa del Dragón, esa historia definida como de fuego y sangre.

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