Diario Córdoba

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Ricardo Rivera Pereira

CAMPO Y CIUDAD

Ricardo Rivera Pereira

Molinos y ovejas

Esta vez no son los gigantes desaforados, de grandes extremidades, tal que el llamado Briareo, como aquellos al modo de otrora que en el horizonte se les aparecieron a don Alonso Quijano y a don Miguel de Cervantes, para connotar la utopía, o el quehacer utópico, sino pedestres, obsoletos y harineros molinos de viento del secarral manchego, como cruda y cotidiana realidad; ni pertrechados ejércitos multitudinarios que comandaran Laurcaldo, Micocolembo, duque de Quirecía, o el hercúleo Brandabarbarán de Boliche, sino piaras de guarros gruñendo, y de cabritos y borregos, que sumisos, como su condición les impone, balando caminaran, en su polvorienta nube, tras rastrojear en las pedanías de paso, al hilo de cordeles y cañadas en pos del matadero, a fin dirigidos por un maleante de taifa, baldón y oprobio de los auténticos y esforzados pastores, que con sus mínimos principios morales pudiera conducir al cadalso, o a la trena, a una cuerda de cautivos, si no es que los indultara para su bastarda conveniencia.

Pero también aquella es una tropa de gente sometida, vulnerable, obediente, dúctil, subordinada y sumisa, tanto como engañada o subvencionada, como en gran porcentaje inculta, acrítica, resignada y obsecuente, y no poca dependiente, cuando no subyugada, e incluso forzadas a veces por una sofística argumentación esclavizadora del rabadán con mando en plaza, mientras éste ejerce la tiranía egocéntrica llevada de la mano de su exultante y soberana soberbia.

La libertad -hubiera dicho entonces el caballero de la Triste Figura- es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes no dejan al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

** Doctor Ingeniero Agrónomo. Licenciado en Derecho

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