Diario Córdoba

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Jose Manuel CuencaToribio

Historia en el tiempo

José Manuel Cuenca Toribio

¿Decadencia francesa?

La inmigración incesante no ha sido integrada por la población capitalina

En su episodio más cercano, los recientes sufragios electorales presidenciables descubren con innegable patencia las huellas de una postración visibilizada en los últimos decenios aquí y allá en varias facetas de la vida francesa. En penumbra, a menudo por razón del talento intelectual de sus elites y el granítico patriotismo de su pueblo, sucesos muy cercanos la patentizan de modo obstinado. Acreditados observadores nacionales y extranjeros (-el articulista recuerda y gusta especialmente de las acotaciones y glosas de Alain Minc-) subrayan el divorcio irrefrenable entre las minorías dirigentes del Hexágono y las masas populares como causa peraltada del lamentable distanciamiento. Todos los regímenes republicanos constituyeron en su esencia más acabada un perfecto modelo de dicho comportamiento, incluso en los momentos en que más ostensiblemente se hicieron ver las fuerzas populares, como en los años treinta de la centuria pasada o en el despegue también de la IV República, tras la traumática crisis de la segunda contienda mundial. A su vez, el gaullismo se ofrece, en los comedios del Novecientos, como otro estadio radiante de la fórmula gobernante antedicha, en el que el binomio elite-masa gozó de un espectacular dinamismo y no menos envidiable conjugación. Con el mitterrandismo dicho encaje comenzó a agrietarse, sin que ya la deriva pudiera frenarse en adelante, con un cuestionamiento progresivo de las bases estructurales de la V República.

Como es bien sabido, en la masiva e incesable inmigración registrada por esta desde las décadas postreras del siglo XX sitúan politólogos y sociólogos el principal motivo del proceso de autodestrucción que no pocos de los más renombrados analistas de la andadura actual de su país no dudan acremente en señalar. París es Francia para lo mejor en las dos últimas centurias, y para lo peor en la que ha iniciado el tercer milenio. Una inmigración incesable y avasalladora no ha podido ser integrada por una población capitalina más proclive al rechazo que a la acogida, más propensa al repudio que a la asimilación. Así se explican, desde luego, los sucesos vandálicos que en estos días revolucionan la crónica parisina, y con ella a buena parte de la europea no imantada por la guerra de Ucrania.

En el extrarradio parisino del legendario municipio de Saint-Denis, a raíz de la última final de la Liga de Campeones, eclosionó de forma más aparatosa que en precedentes ocasiones la revuelta de la Francia suburbana, de postración económico-social aceleradamente acentuada y con protagonistas de un terrorismo religioso y criminal en escalada irremontable frente a un Estado desconcertado y anémico.

*Catedrático

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