Diario Córdoba

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María Olmo

la rueda

María Olmo

Tiene 20 años

El supuesto agresor de una menor en Igualada ha sido detenido. Que se sepa, no ha confesado. Los Mossos buscan en su domicilio (ADN de la chica, la barra de metal con la que se deduce que la martirizó) y cruzan los dedos para que las pruebas, circunstanciales y físicas, permitan demostrar sin género de duda que la sociedad ha conseguido detener a un monstruo y hacer justicia. Bueno, hacer justicia legal, porque lo que sería justicia para la víctima y su familia digamos que roza lo imposible. Nada devolverá a esa muchacha de 16 años su bienestar físico, ni el oído que ha perdido, ni otros daños tan terribles que, aunque se conocen, no se describen en las informaciones de prensa. Bastante tiene ya con lo que vive, pues, por suerte para ella y desgracia para los investigadores, no recuerda apenas nada. Ha trascendido que el detenido es un inmigrante boliviano que viajó a España con la fórmula de reagrupamiento familiar. Y ya tenemos el coro del racismo cantando viento en popa, a toda vela, como si estos monstruos no los fabricáramos y los tuviéramos en España. O en Alemania, si acierta la fiscalía portuguesa con el supuesto raptor de Madeleine, aquella niña de tres años de la que nunca se supo. El delincuente, por lo que he visto en las fotos tiene los ojos claros y el cabello rubiasco o pelirrojo. El mundo está lleno de gente buena. Y de personas de maldad inescrutable, y da igual dónde vivan o de dónde procedan: si pueden, actuarán como depredadoras. Véase Ucrania.

Habrá que aclarar qué ocurre en este caso de Igualada si es cierto que el detenido tiene una denuncia previa por abusos sexuales en el ámbito familiar. Varios medios han asegurado que abusó o intentó abusar de su propia hermanita de siete años. Y también hubo malos tratos a una antigua pareja. O sea, se sabía que era un peligro, y si esto se denunció... Pero, aun así, ¿puede haber un policía siempre detrás de cada denunciado? Difícilmente consiguen proteger a las víctimas de malos tratos que están en el sistema, cómo controlar a alguien sobre el que en un momento dado no pesa ninguna acusación. Lo vigilaron, desde hace un mes, entre otras cosas, mientras buscaban la forma de inculparle, para estar atentos a que no cometiera algún nuevo delito. Ahora, si se confirma que es culpable y es encarcelado, lo que más me preocupa es su edad. Tiene 20 años. ¿Cómo ha llegado a este extremo de violencia y sadismo un individuo tan joven? ¿Qué ocurrirá, en su caso, cuando cumpla su condena y salga de la cárcel? ¿Habrá algún modo de rehabilitar a alguien así? ¿Cuántos peligros acechan, partiendo de este sujeto o de otros muchos, a esas chiquillas, apenas adolescentes, que salen una noche con sus amigas y pueden tener detrás de cualquier vaso de refresco o de alcohol una sentencia que, esa sí, durará toda la vida?

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