Temáticamente, la grande y sugestiva incursión por la memoriografía periodística de mayor vitola de las letras hispanas más recientes se inicia aquí con una indiscutible pieza mayor. Es esta la confeccionada por un escritor de raza, curtido en toda suerte de afanes e incluso aventuras escriturarias y hombre de la absoluta -y difícil- confianza de su ‘jefe’: Juan Cruz. Ya que, en efecto, los caminos del periodismo español actual parten para toda la rosa de los vientos mediáticos del presente de la gran arquitectura que de modo deslumbrador acertó a crear -y mantener...- el cántabro indómito y talentoso que respondiera al nombre de Jesús Polanco (1929-2007). Los materiales del libro en que el proel y patrón supremo del famoso grupo Prisa se ve retratado con singular acuidad se ofrecen numerosos y contrastados. Diversos géneros se entrecruzan en sus páginas, siempre dosificados y mezclados con singular maestría. Recuerdos, confidencias y acotaciones del santanderino de mayor ventura de los últimos decenios se adunan e hilan con superior destreza y jerarquía en el retrato pintado por el personaje quizás más importante de la densa y no siempre bien arquitrabada arquitectura de la redacción de El País. Por sus envidiables facultades narrativas no hay, pese a la nota referida, ningún abigarramiento o desorden en el perfil dibujado con franca y evidente empatía por Cruz. La reconstrucción de las principales parcelas de una trayectoria tan rezumante de ideas como de sentimientos se realiza sin desmayo de tensión conceptual o estilo. Porción sustancial de las cuestiones que movilizaron a la sociedad y, sobre todo, a sus elites económicas, políticas y culturales se estudian y documentan con rigor y finura.

Existen, sin embargo, en dicha materia unos extremos censurables que, sin ardor moralista alguno, se ofrece indispensable mencionar, en especial por la cada vez más marcada tendencia en la publicística hodierna a su elusión o marginamiento. En toda historia biográfica española de la segunda mitad del siglo pasado la presencia del franquismo más capilar y abarcador se ofrece a menudo abrumadora, de tal suerte que resulta risible o patético constatar los juegos de ingenio a que se entregan los estudiosos de figuras cuya andadura trascurrió en mayor o menor peso pero siempre considerable en aquel inacabable régimen personal. No se halla el libro glosado entre las muy escasas excepciones de esta regla general. Un capítulo primordial en el itinerario del formidable empresario de la Transición, el de sus amicales y, a las veces, estrechas relaciones con los responsables de la censura de libros en los días de Gabriel Arias Salgado y Fraga Iribarne, es de hecho suprimido o anulado por Juan Cruz en un libro, ya que es casi de todo imposible que desconozca tema tan importante en la muy rica pero no menos azacaneada vida de Jesús Polanco. De su amistad con Florentino Pérez Embid (1918-74) y estrecho contacto con Carlos Robles Piquer (1925-2018) no se encuentra constancia alguna en la con frecuencia muy ideologizada pluma del autor tinerfeño. Con ahincada solicitud de perdón del lado del articulista, este no vacila, empero, en exceso en remitir al lector interesado en la amistad sincera que, por encima de diferencias graníticas, uniera al catedrático de Historia de los Descubrimientos Geográficos y director general de Información (1951-57) a la consulta de su archivo personal obrante en la Universidad de Navarra. En él, como respuesta al envío de un libro suyo sobre el americanista onubense, se encuentra una carta manuscrita del editor santanderino en la que hace el más grande y emotivo elogio de su fallecido pero inolvidable amigo.

Finalmente, en las muy desconocidas como interesantes memorias de Carlos Robles Piquer se recogen sin el menor esfuerzo del lado de su fruitivo lector noticias de sumo interés para reconstruir parte de la historia más reciente de nuestra conturbada sociedad de acuerdo con sus fuentes de sesgo relevante.