Sigue habiendo un cierto deslumbramiento por los medios extranjeros, llevamos cuarenta años como miembro de pleno derecho de la Unión Europea, y nos sentimos los nuevos invitados al banquete. No es la primera vez que un político español en una entrevista a un medio internacional peca como poco de inoportunidad, hay algunos que claramente los utilizan como parte de una campaña contra el Gobierno de la Nación, aunque así la reputación de España quede afectada. La fascinación también opera en dirección contraria, y los halagos de Le Monde a la ministra Yolanda Díaz o The Telegraph a Díaz Ayuso nos parecen, y sobre todo les parece a los propios, más glamurosos que si lo hiciera un medio nacional, y ya no digo regional. 

Y ahí sigue encontrándose parte del problema, lo local sigue siendo menos vistoso a excepción de para el solaz vacacional. Ni la creatividad, ni la cultura, ni las inversiones innovadoras se entienden unidas a lo rural. Esa nueva globalización y homogeneización del círculo de las grandes ciudades europeas, todavía nos aparta más por diferentes de los estándares establecidos. Cuando tus declaraciones tienen un contenido poco discutible, es necesario rebajar el consumo de carne y las explotaciones ganaderas en manos de oligopolios no añaden riqueza al sector, es que se ha valorado poco el ambiente de descontento por la crisis del sector primario que lleva décadas perdiendo trabajadores, perdiendo parte del PIB nacional y sobre todo perdiendo opciones de futuro. A veces unas declaraciones innecesarias porque han aportado más problemas que beneficios, lo que ya debe hacer pensar que hubieran podido ser evitables, encienden la mecha de un terreno abonado y del que además se ha visto la oportunidad de sacar rédito político. No solo está el descontento de los barrios obreros, de los que ven peligrar su hegemonía cultural, los mismos recogen con más farándula que acciones concretas ese agotamiento.

Hablar desde lugares comunes debería ser impropio de cualquier responsable político, confundir macrogranjas con ganadería intensiva, mezclar toda la producción animal sea avícola, porcina o bovina, generalizar sobre el maltrato cuando los estándares de trazabilidad y calidad alimentaria son de los más altos del mundo se reciben por un sector que ya percibe las constantes regulaciones como trabas a su desarrollo profesional como una afrenta más. Es cada vez más difícil encontrar nuevas generaciones que quieran quedarse a producir lo que comemos, y ya no digo que retornen al campo, entendido como un sector sostenible y no como un aparcadero de multinacionales. Desideologizar el debate sería un primer paso. 

* Politóloga