El mes de diciembre comenzó con esas ínfulas del ambiente navideño que habíamos conocido otros años, por supuesto, antes de la pandemia. El bullicio de las calles, la sensación se seguridad que nos habían dado las vacunas; y esa necesidad imperiosa que el ser humano tiene de volver a su zona de confort, sea o no sea en realidad de confort, pero al menos es conocida y con cierta incertidumbre controlada. Pero el Ómicron nos ha vuelto a poner en modo precario las navidades que teníamos asumidas y de nuevo, a fecha de hoy, se vuelve a cernir sobre la ciudad, sobre lo lugares de concurrencia ciudadana esa tenue desolación que antecede a los dramas. O a los cambios, también. Pues si algo tienen estas últimas navidades que llevamos en pandemia es que son ciertamente distintas. El virus también ha afectado a todos nuestros estereotipos y esnobismo festivos y los ha puesto en cuarentena. Y esta Nochebuena que se aproxima hacia nosotros vuelve a poner límites a nuestra forma de celebrarla, y en muchos casos de expresarla desde esa estética en demasiadas ocasiones hedonista. La Navidad para la cultura cristiana no es ni más ni menos que el advenimiento de Jesús en la historia humana. Probablemente a lo largo de los siglos se ha discutido de esos Evangelios que contienen su vida en cuanto a los actos ordinarios de su propia vida, sus milagros y profecías, y las palabras que él mismo pronunció y que posteriormente han sirvieron para establecer ciertos dogmas. Pero lo que hasta la fecha nadie ha podido rebatir, es esa enseñanza moral que rezuma su vida y enseñanza. En estos tiempos de crisis tal vez sea el momento de dejar a un lado los estereotipos y volver a esos arquetipos que esconden el verdadero sentido de esa noche que todos de una manera o de otra debemos celebrar. ¡Feliz Nochebuena!

*Mediador y coach