Verano, calor, playa. En medio de las muchas celebraciones de finales de junio, día de las personas refugiadas, del orgullo, verbenas (y no verbenas), se nos pasa el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura que se conmemora el 26 de junio. Y aquí vengo yo, una vez más, aguafiestas, a recordar, un mes después, lo que yo misma preferiría no saber. Y podría haber titulado el artículo Tortura pero no he querido espantar a nadie ya de entrada.

¿Qué es exactamente la tortura? Todo acto que inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, físicos o mentales, para obtener información o una confesión, castigar a la persona por un acto real o que supuestamente ha cometido, intimidar o coaccionarle a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación

El informe de este año nos recuerda que la tortura y los malos tratos son una práctica cotidiana en todo el mundo. Ningún continente habitado se salva a pesar de que son 176 los países que han firmado la Convención contra la Tortura. China mereció un documento propio por su política de internamiento masivo, tortura, y persecución a personas musulmanas en Xinjiang con el fin de erradicar sus creencias.

Y no puedo, por nuestra complicidad, olvidarme de Libia. Entre enero y junio de 2021, los guardacostas libios, respaldados por la UE, interceptaron alrededor de 15.000 personas en el mar y las devolvieron a Libia en lo que describen como misiones de «salvamento». Las personas devueltas entran inmediatamente en el sistema de detención arbitraria y son sometidas de manera sistemática a tortura, violencia sexual, trabajo forzoso y otros tipos de explotación con total impunidad.

Un caso singular: Israel. En 1999, el Tribunal Supremo resolvió que, si bien la tortura y otros malos tratos estaban prohibidos en general, el personal interrogador del Shin Bet (la Agencia de Seguridad) que utilizaba lo que el Tribunal calificó de «medios físicos de interrogatorio» en situaciones de «amenaza inminente» podía ser exonerado de procesamiento penal e incluso de investigación. Desde entonces, se ha torturado a cientos de personas palestinas bajo este paraguas. En 2019 Amnistía Internacional acusó a Israel de torturar, con permiso legal, a Samir Arbid.

¿Y España? No se sabe. Porque las denuncias de torturas nunca se investigan. El Tribunal europeo de Derechos Humanos ha condenado en numerosas ocasiones a España por este motivo. La última, en enero de 2021, obliga a indemnizar con 20.000 euros a un detenido por no investigar adecuadamente las torturas que denunció. Ahora, el Estado ha de abonar la cuantía por daños morales en un plazo de tres meses.

Lluís Llach cantó: Companys, si sabeu on dorm la lluna blanca, digueu-li que la vull, però... / Compañeros, si sabéis donde duerme la luna blanca, decidle que la quiero pero...

A mí también me hubiera gustado, hoy, cantar a la luna.

* Activista de Amnistía Internacional