Mostraron su solidaridad las vicepresidentas del Gobierno con «el sufrimiento del pueblo cubano», pero evitaron poner nombre a sus responsables ni calificar el régimen impuesto a los mismos. Es la alta diplomacia. Todos están con las víctimas, pero nadie señala a los verdugos. Llamar a las cosas por su nombre «no suma», según la versión oficial de la posverdad. Quizás porque públicamente ya una diputada del cogobierno adelantó que en Cuba no existe dictadura. Claro que si le preguntas a los cubanos, o viajas a la isla, rápidamente te das cuenta de que lo que no existe es libertad. Y eso ¿cómo se llama? Me da igual que la dictadura sea teocrática, fascista o comunista: el resultado siempre es el mismo. No sirve decir que todo lo malo proviene del «vecino del norte y la conspiración extranjera», según el discurso oficial.

Hace años estuve en Cuba, me adentré en sus pueblos y visité sus ciudades utilizando transportes públicos colectivos y acercándome a sus paladares, y viví la grandeza de una sociedad emprendedora y alegre al ritmo de la salsa caribeña y el ron cubano, que especialmente se siente cerca de nosotros quizás por ese legado cultural y porque otrora fuese la provincia más rica de nuestro país. Pueblo sometido y reprimido por sus gobernantes instalados aún en los años 60 y en la guerra fría, entre carteles oxidados con las proclamas del «Venceremos» o «El Ché vive en nosotros». Con una población temerosa y totalmente empobrecida, con supermercados de productos reciclados de 4ª y 5ª mano, grandes colas para casi todo, y una economía de subsistencia colapsada, siendo congelados todos los visados para poder salir del país. Uno de los pocos países del mundo, como Corea del Norte, que no permite salir ni regresar a sus ciudadanos, salvo pago de suculentas mordidas a funcionarios corruptos. Con unos salarios de miseria y carencia total de medicinas y alimentos, que señalan una inflación desbordada. Y, por supuesto, sin libertades políticas ni democracia. Lo último que le han quitado a los cubanos ahora es internet, para que no tengan noticias del eco de sus protestas en el mundo ni conozcan la realidad más allá de lo que les cuenta el Granma, periódico oficial, o tal vez para los ilusos habrá sido una confabulación mundial de la que allí nadie responde.

¿A quién le importa el pueblo cubano?, me pregunto. Detenciones masivas, desapariciones y represión, que unos niegan anteponiendo las ideologías por encima de la realidad a pesar de la negación y atropello de los derechos humanos y las libertades básicas, y otros las ignoran poniéndose de perfil para defender intereses económicos de empresas nacionales que deben prevalecer sobre la barbarie humana y política que vive el pueblo cubano. Recientemente me comentaba mi amigo Fernando, de la ciudad de Matanzas, que si el virus llama a tu puerta, las personas se despiden de la familia y se preparan para el último viaje porque no hay hospitales ni medicinas con los que socorrer a la ciudadanía y combatir la pandemia que golpea con crudeza.

España tiene una voz principal y un papel destacado por sus vínculos históricos, culturales, políticos y económicos con el pueblo cubano y ante la comunidad internacional, y tiene la obligación moral de levantar la voz y ejercer un liderazgo firme desde la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos antes que desde la tibieza y el complejo ideológico y la complicidad con unas autoridades totalmente corrompidas ante un pueblo que agoniza. Nunca como ahora ha tenido más sentido el verdadero grito revolucionario ¡Abajo la dictadura! ¡Viva Cuba libre!

* Abogado y mediador