Cuando avanzaba el optimismo en los tortuosos caminos de la pandemia, otra vez está sonando la alarma, acaso para que no olvidemos la tragedia que ha vivido y está viviendo la humanidad. Por eso, el papa Francisco, -ahora convaleciente, después de la operación, mientras todo el mundo le encomienda para que recobre plenamente su salud-, nos ha recomendado, para las tempestades de la vida como la covid, «gritar a Jesús», pidiendo su ayuda porque es justo lo que Él desea. Lo hizo unos días antes de ingresar en el hospital, al preguntar durante su alocución previa al Ángelus, si acudimos a Jesús cuando los problemas nos ahogan o estamos perdidos en medio del mar de la vida, sin rumbo, ni puerto. El Papa comentó el evangelio de la barca en medio de la tormenta en la que iba Jesús dormido mientras los discípulos cada vez estaban más atemorizados. Por eso, Francisco invitó a no dejar al Señor «en un rincón en el fondo de la barca de la vida para despertarlo solo en el momento de necesidad», y acudir a Él para «depositar en Él lo que nos aflige». Y en ese tono suyo tan cercano y tan cordial, el pontífice nos advirtió que «para ser discípulos de Jesús no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario apostar por Él, es necesario levantarle la voz y, -escuchad esto-, «hace falta gritarle». El Señor está ahí, presente. Espera que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos», concluyó el Papa. Tras estas reflexiones tan profundas, el mundo de hoy ha de seguir luchando contra la pandemia, ha de seguir aprendiendo sus «lecciones» para lograr la victoria final. La primera, sin duda alguna, como acaba de señalar el obispo emérito Raúl Berzosa, es activar los verdaderos anticuerpos de la comunidad y de la unión, porque el contacto se puede traducir en temor al contagio; la comunicación, en miedo a la contaminación, y las relaciones en dramáticas infecciones. No somos lobos para los demás, sino hermanos. Cuidemos el sistema público y privado sanitario. No tengamos ideologías de recortes que matan. Valoremos la salud como un bien común global que, como tal, debe ser gestionado. No olvidemos que lo que está en juego es la sociedad misma. En esta misma línea, podemos tomar nota de otras «lecciones urgentes»: La pandemia está golpeando con fuerza al poderoso primer mundo. Esta crisis o nos hundirá más o nos dará impulso para afrontar nuevos y necesarios desafíos sociales y politicos, con nuevas y creativas respuestas. Hay que seguir afrontándola con realismo, sin ocultar la realidad y reforzando las redes de ayuda, especialmente a los más pobres y desfavorecidos y a las familias. Dios nunca permitirá que prevalezcan el miedo, la oscuridad y la muerte. Este tiempo de prueba, nos ha dicho tambien el Papa, es de elección. «No es un tiempo de juicio de Dios, sino para nuestro juicio, para que sepamos elegir entre lo que es perdurable y lo que pasa, entre lo verdaderamente necesario y lo que no lo es. Es tiempo de reconducir la ruta hacia el Señor y hacia los hermanos». Llegan las vacaciones para muchas personas, tiempo de descanso integral, un tiempo en el que atendamos aquellos aspectos de la vida que nos enriquecen personalmente. Desde la orilla de la fe, alguien nos ha regalado este consejo: «Llévate al Señor de vacaciones». Y tendrás seguridad, paz interior, luz de lo alto para contemplar esos caminos nuevos que la humanidad entera ha de seguir para su propia salvación.

**Sacerdote y periodista