A Carlos Herrera y a mí nos han llamado para vacunarnos. Ojo, que les aseguro que no tenemos la misma edad, ni estamos en el mismo grupo. Admiro a este monstruo de las ondas, pero es muchísimo mayor que yo, lo cual me crea una desazón añadida vaya que me encasqueten más años de los que tengo.

Cuando recibí la llamada de una joven amable y eficaz donde las haya (¡esta Seguridad Social que tenemos funciona como un cañón!) le dije que a mí no me tocaba y le insistí en que debía ser un error, pero ella erre que erre. Si su nombre es el que es y el DNI el que lleva en el bolso, a usted le toca.

Bueno, pues sea. No voy discutir porque el divino azar y cualquier otra razón, incluidos los hados del universo, me hayan bendecido con esa llamada, aunque eso añada mas años a mi currículum. Y no, no soy de esos miles de insolidarios e inconscientes que cada día, según el telediario, dejan de acudir a la cita para vacunarse, mientras otros van pidiendo la limosna de las dosis rechazadas. Me enfadan por insolidarios los primeros y me dan pena y angustia los segundos. En la vida siempre hay quien rechaza lo que ya tiene, cuando otros matarían por lo mismo. Más allá de que cada uno está en su derecho de despreciar lo que tiene, ahora se trata de un acto de solidaridad nacional, porque la inmunidad de rebaño está en juego.

No, que no soy de esos. Mi reacción de resistencia momentánea, de incredulidad posterior y de canguelo siguiente, fue como cuando te dicen que se quieren casar contigo y dices «¿ein ?»; o como cuando lees «está embarazada» e inmediatamente te acuerdas por dónde tiene que salir el cabezón del niño; ¿ustedes no han deseando fervientemente algo que cuando llegó les provocó un agujero profundo y negro en el estómago?... pues eso!.

Sí, soy humana y me dió miedo, respeto, llámenlo como quieran. Luego he comprendido que los riesgos del 0,001 por ciento son ridículamente absurdos frente a las contraindicaciones de los medicamentos que llevo ingeridos en mi vida; que 6 trombos en millones de vacunas, no van a poder conmigo; que ando cruzo la carretera por donde no hay paso de cebra me arriesgo mucho más; que fumar, beber o comer grasiento sí que es un riesgo, incluso a cualquier edad y que lo peor ahora mismo es que te pille malamente el maldito virus. Malamente.

Estoy en capilla, delante del altar, pero ahora ya encantada del momento. Ni resignación, ni impasibilidad de ánimo, tan propios del senequismo. !Vengan 'astrasenecas' a mí! Quiero mi pasaporte al nuevo status, el carnet de vacunada y el sello de la libertad para una nueva vida.