Hace ahora diez años alguien dijo: “La botella de agua mineral que estamos bebiendo es más cara que una botella de aceite de oliva”. Agradecía durante la cena de gala la distinción de cofrade de honor, con motivo de la celebración de II Congreso de FECOAN (Federación Andaluza de Cofradías Gastronómicas y Vínicas) celebrado en San Fernando(Cádiz). Entre los cofrades de honor elegidos estaba Luís del Olmo. Recuerdo que aludió a los aceites de Baena y Priego en su elogio del oro virginal. Otro de los galardonados fue Ángel León. Su restaurante “A poniente”, ya entonces con una estrella Michelin, era un referente de la cocina marinera. Dijo que aparte de la materia prima procedente del mar, el aceite de oliva era un ingrediente imprescindible en la alta gastronomía. Aludo a todo esto para relacionarlo con la moción aprobada en el Senado, apoyada por el PP y el PSOE, en la que se “insta al Gobierno” para que el aceite de oliva virgen extra y el jamón ibérico sean reconocido con el máximo nivel de calidad nutricional. Es necesario que el Gobierno intensifique las campañas internacionales de estos dos productos claros referentes de la gastronomía española y, por supuesto, de la Dieta Mediterránea. No son palabras hueras, la comunidad científica internacional lo ha reconocido en sus trabajos de investigación. Son ya diez años que concretamente el aceite de oliva viene sufriendo una pasión dolorosa. Esperemos que llegue algún día la resurrección. Se lo merecen los olivareros y los consumidores a los que confunde el etiquetado por el lugar donde el Nutricore sitúa el aceite de oliva.