Ella le dijo que se pusiera la mascarilla, que se la pusiera por favor, que sí, que yo me llego a tu casa a las nueve, pero tú tienes que estar con la mascarilla, tampoco creo que sea mucho pedir, que no, que no estoy rara, cari, te lo estoy pidiendo por favor, hazlo por mí...

A él no le entraba en la cabeza lo de la mascarilla. ¿A qué venía eso ahora? El plan era perfecto: sus padres fuera todo el fin de semana, él demostrando sus habilidades culinarias y con un regalazo en el armario para hacer las paces en condiciones después de la última bronca, Eva sin tener que trabajar al día siguiente... todo perfecto menos el repentino empeño de su novia en que se pusiera la mascarilla, no sé si tengo, ¿cómo que no?, busca bien, que alguna debes de tener por ahí...

Algo inquietaba a Rafa mientras terminaba de cambiar el último neumático del Audi que había que dejar averiguado ese día como fuera, un compromiso del jefe y el marrón para él como de costumbre...

El caso es que Eva estaba muy rara desde hacía semanas. Ya no era la misma chica alegre de la que se había enamorado cuando después del confinamiento salía a desayunar con algún compañero del taller, la camarera espectacular (pese a la media cara tapada) con la que consiguió tomar algo después de armarse de valor para pedirle el móvil una mañana que desayunó solo, no creas que voy por ahí pidiendo móviles de tías...

Lo cierto es que últimamente discutían con más frecuencia. Él no tenía la culpa de que las amigas de Eva (y los novios de las amigas de Eva) fueran así, qué quieres que te diga, no estoy a gusto con ellos... Él no tenía la culpa de querer ver a su novia a todas horas sin admitir las excusas fáciles que ella le ponía de vez en cuando, porque estar conmigo será más importante que ir al gimnasio, digo yo... Él no tenía la culpa de decir las cosas claras en el tema de gastar el dinero con cabeza, más que nada porque sé lo que cuesta ganarlo, ¿me entiendes?

Estaban hechos el uno para el otro, eso estaba claro, y no había ninguna duda de que iban en serio, pero a veces el humo negro de la duda ahogaba a Rafa mientras maniobraba en los entresijos de cualquier coche. Es lo que tienen los trabajos sin contacto directo con el público, que como te rayes con algo lo tienes ahí todo el rato, porque ella en el bar podía estar jijí-jajá con unos y con otros, pero él en el taller le daba mil vueltas a las cosas. Como lo de la puñetera mascarilla sin venir a cuento... la mascarilla que Eva quería que se pusiera tantos meses después del fin de la pandemia porque necesitaba mirarlo a los ojos exactamente como el primer día que lo vio para saber si merecía la pena darle la última oportunidad.

* Profesor