Después de que los hombres le explicaran cosas, Rebecca Solnit publica ahora en estos tiempos complicados Una guía sobre el arte de perderse para desde la filosofía o el arte de hablar sobre la pérdida y sobre «perderse uno mismo».

Convendrán conmigo en que perderse tiene muchos significados, desde perderse físicamente en un camino, o en una ciudad, hasta aquellos otros más literarios y figurados como son perder el rumbo, perder la cabeza, perder el norte o perder el tren, e incluso perder la vida, ya no en su sentido literal, sino en el de pasarla sin pena ni gloria, desperdiciando lo único que de verdad nos ofrece: tiempo.

Cuando era muy pequeña recuerdo en una nebulosa una playa abarrotada, que gritaban mi nombre, el calor y mi propio llanto desconsolado, pero la consciencia de estar realmente perdida la tuve tiempo después. Con unos 10 años salí de paseo con mi amiga Auxi desde mi barrio de Ciudad Jardin al centro a comernos uno de aquellos bocadillos de Los Sánchez, cuya desaparición tanto ha restado al patrimonio de esta ciudad. A la vuelta, y con el dinero justo, nos aventuramos por primera vez a volver a casa en la línea 7 del autobús en unas Tendillas abarrotadas de paradas. El error estuvo en cogerlo en el lado contrario de la plaza, así que al llegar a la última parada no sólo no estábamos en la Plaza de Costa Sol, sino que no sabíamos dónde estábamos, y volver andando fue dramatico. He perdido también un par de trenes en mi vida, en el sentido más literal de la expresión. Recuerdo llegar exhausta al andén sin apearme de los tacones mientras veia con desesperación partir uno a uno los vagones.

El rumbo confieso que pocas veces lo perdí y en alguna ocasión incluso la cabeza, pero solo en la dosis justa y transitoria, porque no soy de perderla ni siquiera por amor, aunque sea éste el gran culpable de las pérdidas más dolorosas, incluida la dignidad.

Pero de todas las pérdidas, las más preocupantes para mí son dos, la pérdida de la razón, de quienes se extravían mentalmente sin retorno, y la pérdida del tiempo.

En cada pérdida la clave está en encontrarnos de nuevo (de aquella pérdida en la linea 7 lo mejor fue llegar a casa tras una larguísima tarde vagando sin rumbo y aprender a no hacer lo que no sabía), por eso las consecuencias de la pérdida de la razón y del tiempo son tan nefastas y tan de difícil recuperación.

Tras estos meses en el túnel del covid con todas sus pérdidas, enfrentados a saber que somos vulnerables y frágiles, no perdamos ahora la memoria, esa que nos diferencia de los animales, porque eso ya sería el colmo.

* Abogada