A la hora de ser complaciente con el público, o con la empresa, o con el Estado hay que tener mucho cuidado de hasta donde se baja uno los pantalones, porque pudiera suceder que luego no hubiera manera de volver a ponerlos en su sitio. Esta explicación de Carlos Saura a quienes le pedían que hiciera peliculitas más comerciales, puede trasladarse a otras situaciones como, por ejemplo, esta obsesión por el control de todo que nos ha traído el estado de alarma y derivados. He oído que algunos ayuntamientos están contemplando seriamente, o sea que lo harán, la idea de poner a la entrada de sus dependencias termómetros de fiebre para controlar al personal y visitantes. Y hablan de hacer lo propio las empresas de los aeropuertos, y también se lo están planteando para consultas, discotecas, tiendas y restaurantes. La lista puede ser muy larga si sube la fiebre controladora y la fiebre del negocio. Lo cual supondría, sabiendo lo peliculeros que somos, que acabaremos sometidos a un detector de calentura hasta cuando vayamos al chino. La cuestión es: ¿Nos pueden controlar la temperatura en el trabajo y en los espacios públicos? Pues no, rotundamente no. Solo en los lugares de trabajo autorizados a ello, en prevención de riesgos laborales y siempre que el control y medición lo realice alguien especializado, no el portero, ni el segurata ni el joven de prácticas. De eso nada. Medir si alguien tiene fiebre para impedirle la entrada a un lugar público debe estar permitido por una legislación específica, y no es el caso en España. Es más, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) sostiene que la toma de temperatura constituye un tratamiento de datos personales, muy confidenciales como son los relativos a los asuntos de salud, con una injerencia particularmente acentuada en los derechos de las personas, pues puede generar situaciones de estigmatización en los mirones que presencien los chequeos públicos. Precisamente, a propuesta de la AEPD, sobre la operatividad y permisividad de estos detectores casi de uso doméstico, la contestación del Ministerio de Sanidad es que, por el momento, no hay ninguna normativa dictada ni existe evidencia científica de que la toma de temperatura en sí misma, como hecho aislado, sea algo efectivo para la lucha contra el contagio del covid-19. Así que los más imaginativos olvídense de la ciencia ficción y den respeto, dignidad y valor a su negocio con el buen servicio a sus clientes y no colocándoles una pistola de control en la sien cuando traspasen el dintel de la puerta. La pandemia no tiene que ser una excusa para debilitar los derechos fundamentales. Claro que todo dependerá de hasta dónde estemos dispuestos a bajarnos los pantalones.

* Periodista