Ese hombre que no para, el alto. ¿Lo ves, hijo mío? El enfermero. ¿Cuántos años tendrá? ¿Treinta y pocos o por ahí? Es difícil saberlo porque la mascarilla le tapa casi toda la cara. Ese hombre puede llamarse Pedro o Rubén o Rafa.

Lo mismo a ese hombre le han hecho un contrato cuando empezaron a llamar a gente para capear el temporal que ahora todo el mundo vio venir. Lo mismo ese hombre que ahora mismo está recolocando una vía en ese brazo tan cascado con la pericia de un buen relojero había trabajado otras veces en la UCI porque ahí no meten a cualquiera. O lo mismo no, tal vez es su primera vez y se está adaptando a marchas forzadas. O lo mismo ese hombre que se pasa rápido por el mostrador para comprobar una cosa de la medicación del 32A forma parte del personal estable del hospital y por eso sabe de qué palo va cada intensivista e incluso tiene confianza con la mayoría. Lo mismo lleva el tiempo suficiente en el mismo puesto como para saber que eso de los recortes no es un eslogan político y que es la triste verdad de cada día con unos y con otros.

Ese hombre que intenta mantener las formas y dirigirse siempre a cada paciente por su nombre tendrá una familia, una familia preocupada que le pregunta todo el rato cómo va la cosa, ándate con ojo, padre mío. Ese hombre lo mismo tiene una pareja que lo ve como siempre porque su temperamento es más que estable o que lo ve cansado o estresado e incapaz de desconectar. Ese hombre lo mismo tiene un hijo o una hija, no sé, un hijo o una hija que le hará dibujos y que le dirá «papi, te hemos aplaudido fuerte fuerte desde el balcón».

Observa atentamente ahora. ¿Ves que el enfermero está al lado de la cama de ese señor? En condiciones normales ese paciente recibiría visitas pero en medio de este vértigo chungo con forma de curva está condenado a luchar solo. Ese contagiado que cualquier periodista incluiría en el perfil «de avanzada edad y con patologías previas» tiene un móvil para lo justo y sin apenas batería. Mira cómo Pedro o Rubén o Rafa saca su móvil después de que la doctora mueva afirmativamente la cabeza en un gesto de consentimiento. Mira cómo Pedro o Rubén o Rafa le pregunta al hombre cómo se llama su hija para buscar el número en los contactos del teléfono anticuado. Mira cómo Pedro o Rubén o Rafa o Carmen o María del Mar o Sandra o Raquel o Lola marca el número para hacer una videollamada cogiendo el aparato de manera que se vea bien al enfermo que hoy está mejor y sonríe. Mira cómo aparecen caras angustiadas al otro lado, mira cómo los tranquiliza, hoy está más entonado, poquito a poco. Mira bien, hijo mío, no pierdas detalle, que no se te olvide esto porque justo ahora esa persona de la bata verde y la mascarilla está sujetando un mundo entero con sus manos.

* Profesor del IES Fidiana