Todas las mañanas al ir a por el periódico, para enterarme de cómo va el coronavirus, y caminar por la desierta Almedina de Baena con sus casas bien acicaladas, recuerdo el horror de otro virus en estas calles. En abril de 1834 cuando la sequía presagiaba una mala cosecha de trigo y de aceitunas, el cólera morbo avanzaba por los pueblos cercanos. Aunque el Ayuntamiento estableció un cordón sanitario, la epidemia no tardó en saltárselo. El cólera infestó a los que ya padecían hambre y también a los que sí tenían algo que comer. Todo esto lo describe D. Francisco Valverde y Perales en la Historia de la Villa de Baena. Su lectura ha rememorado mi particular memoria histórica: «Entre las personas cuya caridad y abnegación sobresalieron durante la epidemia, se cita el nombre del párroco de San Bartolomé, D. Bartolomé Madueño, que después fue Arcipreste de la Villa muchos años». D. Manuel Criado Hoyo, en su libro Apuntes para la Historia de la Ciudad de Montoro, alude también a «la epidemia que tanto afligió a Baena y en la que Don Bartolomé Madueño realizó tantos actos de caridad cristiana asistiendo a los moribundos, que su nombre figura en primer lugar entre los que se distinguieron en aquellos días».

Tengo en mi casa un cuadro con su figura y sus condecoraciones, era natural de Montoro --hermano de mi tatarabuela-- ciudad a la que le tengo gran cariño. De allí procede mi apellido Piedrahita, además de los libros antiguos de mis antepasado que estudiaron (siglo XIX) en el Colegio de la Asunción de Córdoba. Eran personas que leían, herencia que agradezco.

* Periodista