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cartas al director

El cuento de nunca acabar

Tengo mis ciertas dudas acerca de si nuestros políticos se dedican a trabajar por el pueblo o, por si contrario, se dedican a pasearse de un lado para otro con discusiones banas entre ellos o a aparentar que realizan acciones eficaces. También ignoro si leen las reivindicaciones que le hacemos los ciudadanos a través de las Cartas al Director. Me temo que no. Miren ustedes: hace un año aproximadamente pedí en un artículo en esta misma sección, un ascensor para el Museo de Bellas Artes. Me parece inadmisible, intolerable y muy mísero que en una capital como Córdoba y en el siglo XXI, haya un centro cultural sin adaptar para personas con movilidad reducida. El 8 de marzo quise asistir a un recital poético y a una exposición sobre la mujer en la segunda planta de dicho museo. Me dijo el gerente con amabilidad: «No amigo, no, vete a tu casa, porque no puedes subir». ¡Lamentable! Me duele el alma. En este caso, me duele la mano de tanto reivindicar una sociedad igualitaria. ¡Cómo me gustaría, parecerme a dos grandes amigos discapacitados, por desgracia, ya fallecidos: ¡Banderas aternas, en el mundo de la discapacidad cordobesa! ¡Cuánto los echo de menos! Estaban todo el día en la calle, luchando por un mundo mejor.

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