Qué bonito es el amor, mientras es bonito. Sobran firmas, ceremonias y compromisos burgueses, porque se trata de familias modernas, plurales y diversas, unidos por un auténtico amor que no necesita de leyes ni papeles. Superan incluso a la arcaica e ingrata biología que les impide engendrar, encargando a pares la gestación de hijos en vientres ajenos (pagando un selectivo pastón). Todo muy bonito, pero ni los divos más divos están exentos de la humana condición, y cuando llega el tío Paco con las rebajas, hasta los amores más progresistas pueden tornarse en rancios odios. Y entonces los papeles que antes se despreciaban, aparecen multiplicados por miles en demandas ante los tribunales. Y entonces los niños dejan de ser objeto del capricho de quien los encargó al margen de la ley, pasando a ser los jueces quienes decidan su futuro atendiendo al supremo interés de los menores. Y también es entonces, cuando se comprende que las leyes del matrimonio que se pretendió eludir, precisamente están para proteger a los más débiles en la relación.