Cada día se me hace mas complicado creer.

Se nos llena la boca sobre la división de poderes y la necesaria no injerencia entre el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial como fundamento de cualquier Estado Democrático y de Derecho, sin advertir que en España es verdaderamente complicado dado que esa división de poderes no está implementada en la Constitución por una cuestión de base muy simple que lo impide: es de las mismas elecciones, que se llaman «generales», de donde sale tanto el poder legislativo como el ejecutivo, para ser elegido luego por el primero el judicial.

Es decir, tras unas elecciones generales que por algo así se llaman, resultan elegidos hombres y mujeres que van a constituir el Congreso de los Diputados y el Senado (poder Legislativo); el Gobierno (poder Ejecutivo) resulta liderado por un presidente que proviene de ese Congreso, dependiendo desde entonces políticamente ante este y, finalmente y por lo que respecta al poder Judicial, el Consejo General de dicho poder está integrado por veintiún miembros, de los que veinte son elegidos por el poder legislativo (diez por el Congreso y diez por el Senado), siendo su presidente el del Tribunal Supremo, tribunal compuesto por magistrados adscritos a distintas salas, todos ellos nombrados por el Rey, pero a propuesta del Consejo General del Poder Judicial... ¡Qué difícil me lo están poniendo este Tribunal Supremo y alguno de sus miembros para seguir creyendo!

Cuando desciendes al terreno de los mortales es verdad que aún quedan concejales de pueblo que pelean de verdad por sus vecinos y por mejorar sus vidas; hay alcaldes --cada vez menos-- que creen que pueden construir pueblos y ciudades mejores que las que se encontraron a su llegada sin otras espurias pretensiones y muchos, muchos, pero que muchos jueces, casi todos, que cada día sostienen con su trabajo independiente y callado el verdadero poder judicial tan ajeno y despegado de ese otro poder de las alturas que muchas veces poco tiene que ver con impartir justicia.

Cuando ves allí arriba a tantos políticos que pretenden manipular y hasta hacer de jueces «condenando o absolviendo» y al mismo tiempo a tantos jueces que pretenden «gobernar y ejecutar» y hasta a alguno que se atreve con descaro a manipular, un escalofrío recorre tu cuerpo mortal mientras te enfundas de nuevo la toga de cada día y te preguntas si valdrá la pena rezarle un padre nuestro a Montesquieu.

Cada día se me hace más complicado creer.

* Abogada