Síguenos en redes sociales:

Volver a quitarse el sombrero

El problema de la democracia actual es la falta de objetividad en las opiniones motivada por el lastre que los intereses particulares suponen para la práctica de un pensamiento libre. Y esto opera en todos los ámbitos sociales, pero sobre todo en política. El político no puede reconocer méritos en el contrario, aunque los merezca, aceptando así perder el honor por mal del interés electoralista. Y ello es un grave error porque el Parlamento y sus formas influyen muchísimo en el modo en que se relacionan los ciudadanos; hay momentos muy brillantes de Pablo Iglesias y más aun teniendo en cuenta que Podemos nació del movimiento más digno que ha tenido este país, «los indignados». La crisis catalana ha mostrado y demostrado un gran presidente del Gobierno con una prudencia y una templanza fuera de lo común. Rivera, el de ciudadanos, es una joya de ilusión y españolidad. Pedro Sánchez, el más legítimo porque fue apartado por el aparato poderoso de su partido y devuelto al liderazgo por expreso deseo de la gente. Sí, todos muy buenos, pero ninguno extraordinario porque ninguno ha sido capaz de quitarse el sombrero por el rival. Ya digo que en democracia la competencia es la esencia, pero siempre respetando unos principios generales. La última vez que estos límites éticos se traspasaron con la corrupción de las costumbres tanto de la masa como de las instituciones, no hubo más opción que instaurar un sistema ajeno a la legalidad pero que devolviera la paz social y la bonanza económica. Ocurrió en 1923 cuando con la connivencia de grandes intelectuales de la democracia, entre ellos Ortega y Gasset, el militar Miguel Primo de Rivera se hizo con la nación para detener la degradación de calles y parlamentos. Fue un sincero intento porque aporto paz y prosperidad a través de la intervención pública en la economía, método luego copiado por la democracia norteamericana de Roosevelt y su New Deal. Pero los deportes nacionales, la envidia y la corrupción, fueron más fuertes y al poco tiempo este hombre murió en Francia abandonado por todos. Después vino la guerra civil... No permitamos que se repita la historia. Nada hay más bello que la democracia, pero debemos cuidarla. Hoy estamos ante una situación parecida de falta de principios solidarios y que más prueba que hay territorios que se quieren separar, no por ser diferentes sino por eludir responsabilidades comunes. Hay que potenciar la educación por la ciudadanía. Pero el principal ejemplo tienen que darlo nuestros políticos reconociendo méritos al rival. La dignidad y el honor están por encima de todo. Incluso de las urnas.

* Abogado

Pulsa para ver más contenido para ti