EEl domingo 26-J el pueblo español rompió todas las encuestas, destrozó todos los análisis de sociólogos y politólogos. Contra todo pronóstico concedió más votos y más diputados al partido del gobierno responsable de los recortes sociales, las reformas laborales contra los derechos de la clase trabajadora y los recortes de las pensiones. La tercera parte de participantes en las elecciones revalidaron al partido con cientos de cargos públicos y orgánicos imputados, procesados e incluso en prisión, a pesar de conocer nuevos casos durante la propia campaña. Dieron más apoyo al partido acusado de «organizar un sistema de financiación ilegal». Es cierto que sólo ha participado el 51%. La otra mitad del censo ni siquiera se ha visto motivada para acercarse a las urnas, seguramente por no ver motivos para cambiar la situación, por seguir el apriorismo de que «todos son iguales» tengan cientos de acciones y hechos comprobados o no hayan tenido ninguna ocasión ni casos conocidos. Incluso un millón de votantes que en diciembre votaron indignados a las «fuerzas del cambio», y que clamaban por doquier que deberían unirse, por razones desconocidas (no percibidas por ningún estudio estadístico ni sociológico) han decidido no votar en este momento tan decisivo para transformar dicha indignación en cambio.

Al parecer la razón principal que ha llevado a cientos de miles de personas en paro (muchas de ellas sin cobertura social), a millones de pensionistas y de trabajadores precarios, y cientos de poblaciones rurales y de barrios marginales a votar al PP es el «miedo a que los nuevos le quiten...» sus pensiones, el poco dinero que tengan en el banco o incluso su casa. O que persigan a los católicos, quemen las iglesias... o peor aún, «nos conviertan en venezolanos».

Lo peor es que ese tipo de argumentario de tan alto nivel intelectual ha sido sugerido y utilizado machaconamente por los dos partidos tradicionales y el nuevo conservador contra «los radicales extremistas de Unidos Podemos». Después de 40 años de supuesta «democracia» se han utilizado y reproducido los mantras del franquismo contra el comunismo-masónico. Y lo preocupante es que parece que sigue funcionando, consiguiendo que una buena parte de la «buena gente» llegue a ver el rabo y los cuernos a los jóvenes profesores, expertos en economía o investigadores, o incluso a reconocidos jueces y militares que aparecen como líderes o candidatos de ese nuevo partido-movimiento.

¿Seguiremos «repitiendo la historia» de la España que se cierra y reacciona airadamente ante cualquier apertura, sea el Renacimiento, la Reforma, la Ilustración, o la República? ¿La de «Santiago y cierra España?» ¿La del orgullo patrio de ser «español, español, español» relacionado con la banderita en la muñeca, la fiesta nacional (y cualquier otra) y el fútbol ?

Esto supondría darle la razón al historiador canadiense que decía que para que la sociedad de un país que ha tenido una dictadura vuelva a recuperar su naturalidad ciudadana tienen que pasar 4 años por cada año de dictadura. Me niego a creer que el pueblo español necesite tanto tiempo para recuperar su propia personalidad.

* Miembro de Prometeo y del Frente Cívico