"No aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir". Lo escribe un niño de 11 años antes de suicidarse, con la prosa más seria en el dolor extraño. Los padres han decidido hacer pública la carta ante la pasividad orgánica de las instituciones y la amenaza de un colegio que asegura ignorar su horror interno. "Papá, mamá, estos 11 años que llevo con vosotros han sido muy buenos y nunca los olvidaré como nunca os olvidaré a vosotros". 11 años de vida en 23 palabras. Una frase abierta a la demolición de la tranquilidad, como osamenta feble en una herida que abarcará el temblor de cualquier niño. Desde el colegio Nuestra Señora de los Angeles reiteran que no tenían constancia de ninguna agresión a Diego González; pero dos compañeros de su clase ya han dado detalles a la policía sobre los ataques y las vejaciones que sufría. El padre de uno de esos niños descubre que su hijo también ha sufrido agresiones idénticas, perdiendo un diente en uno de los ataques. Lo denunció al director, el religioso Vicente Ribas, que lo sigue negando todo. "Empollón de mierda, maricón". Por aquí se empieza. El centro concertado, perteneciente a la orden de los Padres Mercedarios Descalzos, ya ha vivido situaciones parecidas, como la de aquella niña que intentó suicidarse hace cinco años. Al parecer, tanto los profesores como la dirección conocían el acoso de Diego y no hicieron nada para impedirlo. La conclusión es la misma: los autores del crimen, repetido también en otras víctimas, no son los salvajes que los violentaron, niños también ellos y terribles, sino los adultos que lo permitieron.

* Escritor