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Los origenes de ciudadanos

Si el triple empate entre PP, PSOE y Podemos que perfilan las encuestas se mantiene hasta las próximas elecciones, la llave de la gobernabilidad va a estar en manos de la cuarta opción en disputa, el también emergente Ciudadanos. El perfil conservador del partido de Rajoy es tan conocido como el socialdemócrata del de Pedro Sánchez o el socialismo bolivariano de Pablo Iglesias. Sin embargo, el ideario de la formación liderada por Albert Rivera no es tan conocido y su ascenso en las encuestas tiene más que ver con la innegable capacidad de liderazgo de Rivera, así como los mensajes que lo sitúan en el centro del tablero político junto a una voluntad regeneradora y reformista del panorama habitual, entre la corrupción institucionalizada del poder establecido y una estructura constitucional que nos ha llevado al callejón sin salida del independentismo catalanista.

Para conocer mejor a Ciudadanos una perspectiva tan original como clarificadora consiste en viajar hasta el tiempo y lugar en que una serie de intelectuales, preocupados por la deriva nacionalista de la política catalana, se reunían en un restaurante de la Plaza Real barcelonesa para poner en común distintos puntos de vista sobre la claudicación de los partidos de ámbito español a las consignas, los métodos y los objetivos de las sectas catalanistas. Gracias a que contamos con el testimonio de María Teresa Giménez Barbat, que estuvo presente desde la primera quedada, contamos con un testimonio de primera mano de lo que fue el caldo de cultivo del partido que hoy es Ciudadanos. "Citileaks --subtitulado "Los españolistas de la Plaza Real"-- es el relato día a día de las discusiones, propuestas, emails, alianzas y divergencias de la intelligentsia constitucionalista que echaron sobre sus hombros la responsabilidad de poner en marcha un nuevo partido para dar cabida a una gran parte de la población que se había quedado huérfana de una opción ilustrada, liberal en lo político y con un hondo sentido social, que se sintiese tan española como catalana y que considerase que los derechos son siempre individuales, es decir, de los ciudadanos y no de los pueblos, las regiones, las lenguas o cualquier otro tipo de entidad colectiva.

Liderados por Arcadi Espada, el "comité de sabios" contaba con juristas como Francesc de Carreras, filósofos como Félix de Azúa (recientemente nombrado académico de la RAE), politólogos como Félix Ovejero o dramaturgos como Albert Boadella. Era una amalgama de centristas de derechas y de izquierdas, de liberales y socialdemócratas que normalmente se hubieran mirado por encima del hombro pero que, en las circunstancias precisas de la hegemonía autoritaria del catalanismo, lo que hicieron con sus hombros fue arrimarlos para que Cataluña siguiese siendo un régimen liberal y español a fuer de europeo, donde los derechos de todos los ciudadanos fuesen respetados, sin que el miedo a los dogmas nacionalistas obligase a los divergentes al silencio y/o el exilio. Por cierto, se acaba de presentar el documental Gente que vive fuera , en el que se presentan los testimonios de cuatro intelectuales que abandonaron Barcelona hasta las narices del ambiente opresor creado por el nacionalismo.

Una vez fletado el barco, los intelectuales, con buen criterio, prefirieron quedarse en la orilla. Había llegado la hora de los acuerdos electorales, los pactos con el diablo, los extraños compañeros de cama. Pero su legado está ahora floreciendo: una política basada en la evidencia más que en la ideología, en el principio de realidad más que en utopías estupefacientes, en las hipótesis científicas más que en los dogmas doctrinarios. No es por casualidad que Pablo Iglesias huya de un debate cara a cara con Albert Rivera. Sería como comparar a Lenin con Winston Churchill.

*Profesor de Filosofía

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